Capítulo 84
Al bajar las escaleras, vi cómo Dora y yo volvíamos a la cercanía de antaño.
Él se mostró sorprendido de inmediato: “Dora…”
Dora no dijo nada.
Yo la miré, sin poder ocultar mi asombro.
Ella se acercó a mi oído y susurró: “Si le digo a papá la razón por la que no hablo, seguro pensará que soy tonta.”
Para no dejar que su padre la subestimara, decidió no volver a hablar con él.
Al conocer su pequeño secreto, no pude evitar querer reírme.
Con una voz dulce y amenazante, Dora dijo: “¡Mamá, no debes decírselo a papá bajo ninguna circunstancia!”
“¡Claro!” Le prometí activamente: “No te preocupes, yo protegeré tu secreto.”
Dora finalmente se tranquilizó.
Camilo, al ver que Dora no le hablaba, me miró.
Inventé una excusa de inmediato: “Ella dijo que no podrá hablarte hasta mañana.”
Camilo me miró algo confundido.
Dora de inmediato me abrazó por el cuello.
Evitando mirarlo a los ojos.
Camilo pensó que, después de todo, para mañana Dora tendría que conversar con él.
Así que no se apresuró por el momento, y entró al comedor donde la cena ya estaba lista.
Él miró hacia el salón donde seguíamos charlando en voz baja, madre e hija, y su mirada se suavizó involuntariamente: “Dora, es hora de cenar.”
Dora saltó del sofá de inmediato, tirando de mí para llevarme al comedor: “¡Mamá, a cenar!”
Desde que se resolvió el problema de la niña de no querer hablar conmigo, nunca había estado de mal humor: “Está bien.”
La cena de la familia Heredia siempre era ligera y fácil de digerir.
Camilo tenía altas expectativas para su dieta, y aunque la comida siempre era deliciosa, comía de forma moderada.
Dora, por otro lado, no se dejaba influenciar por él y comía lo que quería.
Fue mientras comíamos que recordé una pregunta importante: “Dora, viste los dibujos que hice, ¿verdad?”
∙1/2
Capitulo 84
Dora apartó la mirada: “¿Eh?”
Justo cuando hablamos de este tema anteriormente, de repente ella se reconcilió conmigo.
No indagué más sobre lo que pensaba.
Así que ahora tenía que preguntar para aclararlo: “¿Hay algo que quisieras que cambie?”
“¡No!” Dora casi se convirtió en un tamborilete con su cabeza: “Mamá, tus dibujos son hermosos, ¡me encantan!”
Ella me elogió, así que naturalmente debía agradecer: “¡Gracias!”
Dora me sonrió y luego continuó cenando.
Después de que la niña se quedara dormida, salí de su habitación y toqué la puerta del estudio de Camilo.
“Pasa.”
Respondió él con su tono habitual, sin fluctuaciones emocionales.
Abrí la puerta y entré al estudio.
La luz del estudio estaba encendida, y el ambiente era brillante.
Camilo estaba sentado frente a la computadora, y al verme entrar, se levantó: “¿Necesitas algo?”
“Es sobre Dora.” Pensé por un momento y todavía sentí que Camilo, siendo el tutor de la niña,
necesitaba estar informado.
Así que le conté todo lo que Benjamín había dicho.
Camilo permaneció en silencio por un buen tiempo antes de preguntar: “¿Podrías esperar a que termine el trabajo que estoy haciendo?”
“¿Ah?” Al decir eso, me di cuenta de que lo había interrumpido: “Lo siento, me voy enseguida.”
Camilo rápidamente me detuvo: “No es necesario.”
“No me queda mucho trabajo, dame cinco minutos y habré terminado.”
“Si no te importa, puedes esperarme aquí en el estudio.”
212
15:30
Él me pasó un taburete con naturalidad.
Me senté.