Capítulo 271
En el parque del Grupo Heredia, la vegetación estaba muy bien cuidada.
Las plantas verdes a ambos lados crecían exuberantes.
Caminando por la carretera central, las sombras de los árboles protegía del intenso sol, creando un ambiente de gran tranquilidad.
Giré la cabeza para mirar a Camilo: “¿Ya terminaste con tu trabajo?”
Camilo, a quien nunca le gustaron las mentiras, confesó: “Todavía no.”
No había olvidado los consejos de Rufino y Silvia: debía mostrar siempre un lado más vulnerable frente a Ofelia.
Con aparente indiferencia, Camilo comentó: “Es que me siento algo cansado.”
“Lástima que no pueda ayudarte mucho,” respondi con algo de pena. “Pero con esta cuenta, los productos relacionados que se vendan, podrían generarme una buena cantidad de ingreso.”
Después de pensar mucho en ello, le dije la respuesta que había meditado: “Si en algún momento tu empresa tiene problemas y no puedes sostenerla, siempre puedes venir conmigo.” “Puedo cuidar de ti y de Dora.”
Camilo estaba seguro de que su empresa no tendría ningún problema, pero nunca imaginó que yo ya había considerado esa posibilidad.
Incluso llegó a pensar, de manera irresponsable, que si su empresa realmente quebraba…
¿Eso acercaría un poco más la distancia entre nosotros?
Camilo esbozó una suave sonrisa y dijo: “De acuerdo.”
Se puso frente a mí y me abrazó: “Es maravilloso tenerte aquí.”
Yo ya estaba acostumbrada a sus abrazos, por lo que le respondí: “Es lo menos que puedo hacer.”
Cuando el conductor fue a buscar a Benjamín, también trajo consigo un muñeco que el niño había comprado.
Al abrir el paquete, Benjamín vio el muñeco que se parecía a su madre y sus grandes ojos se llenaron de lágrimas, que pronto comenzaron a rodar sin control por sus mejillas.
No quería que su madre lo viera en ese estado de vulnerabilidad, así que rápidamente se frotó los ojos para limpiarse las lágrimas.
Dijo: “Nunca imaginé que todavía podría estar cerca de mi mamá.”
Benjamin intentaba no llorar, pero las lágrimas seguían brotando de sus ojos. Abrazó
fuertemente al muñeco, compartiendo sus sentimientos: “Mamá, ¿sabes cuánto tiempo ha pasado desde que te fuiste?”
“¡Cómo te extraño!”
El conductor y la maestra, al ver la escena, apartaron la mirada, incapaces de soportar el dolor.
¿Cómo podía su madre ser tan cruel?
Decidió dejarlo, y ni siquiera vino a verlo una vez.
Después de todo, ¡Ese era su hijo!
Se miraron el uno al otro y, en silencio, decidieron que encontrarían la manera de hablar seriamente con Ofelia en algún momento.
Lo ideal sería que Ofelia tuviera una conversación con Benjamin.
Después de hablar, Benjamín se sintió más aliviado. Abrazó al muñeco con cariño y dijo: “Mamá, aunque hice muchas cosas que te lastimaron, prometo que de ahora en adelante te compensaré poco a poco.”
“¿Me perdonarás, por favor?”
Dora y Natalia estaban en la puerta de la escuela, protagonizando una despedida dramática como si no se fueran a ver nunca más.
Las dos niñas estaban al borde de las lágrimas.
Dora acababa de empezar a comunicarse normalmente con Natalia, y tenía un sinfín de cosas que quería contarle.
Natalia también quería charlar con Dora.
Ambas, llenas de esperanza, me miraron al mismo tiempo.
Con una sonrisa, les sugeri: “¿Qué tal si vienen a casa con nosotros?”
A Dora le pareció una excelente idea y, emocionada, le preguntó a Natalia: “¿Vienes? En casa están los abuelos y yo…”
Natalia estaba tentada por la invitación, pero como era una niña obediente, buscó la aprobación de su madre con una mirada llena de esperanza: “Mamá, ¿podemos ir?”
Joaquina, siempre apoyando a su hija, sonrió y aceptó: “Vamos.”
Las dos amigas, felices, se tomaron de la mano y subieron al auto de Joaquina.
Mientras, Camilo y yo nos montamos en el auto del conductor.
Camilo, quien habia criado a Dora casi por su cuenta, se sentía ahora muy melancólico: “Ya ni siquiera quiere regresar a casa conmigo.”
Capítulo 271
Le di unas palmaditas en el hombro para consolarlo y le dije con suavidad: “No te lo tomes a pecho, los niños tienen que crecen.”
Camilo replicó: “Pero si solo tiene cinco años.”
No pude evitar reírme un poco: “Pero si está volviendo a nuestra casa, no a otro lugar.”
Eso alivió un poco a Camilo: “Tienes razón.”
3/3
