Capítulo 266
“Estrictamente hablando, ella no era empleada del Grupo Heredia.”
El secretario, con una actitud amigable, se lo explicó.
Ricardo frunció el ceño, al ver que esa táctica no funcionaba, decidió ser directo con su propósito: “Quiero verla.”
El secretario, sonriendo dulcemente, dijo: “Puede llamarla y preguntarle si quiere verle.”
“Sr. Pérez, yo también soy un trabajador, por favor, no me ponga en una situación difícil.”
Ricardo miró fijamente al secretario: “Ella ya me bloqueó.”
Con un enfoque muy profesional, el secretario respondió: “Lo siento mucho, pero no hay nada que pueda hacer por usted.”
Al ver esto, Ricardo intentó pasar por al lado del secretario para buscar a Ofelia.
El secretario se adelantó para bloquearle el paso a Ricardo.
“Click“.
Justo en ese momento, la puerta de la oficina se abrió.
Me encontraba en la entrada, observando a Ricardo.
Ricardo me miró y gritó: “Ofe“.
“No me llames con tanta familiaridad,” dije con desdén. “Para ti, ya solo somos dos personas completamente extrañas.”
Ricardo mostraba una expresión de tristeza, algo raro en él.
Lejos de sentir lástima, me pareció melodramático, y desvié la mirada.
El secretario se acercó y susurró: “¿Quieres que llame al seguridad para que lo saque?”
“No hace falta,” respondí con calma. “Quiero ver qué es lo que tanto quiere decirme.”
Al ver esto, el secretario se giró hacia Ricardo y luego me susurró: “Si necesitas ayuda, Ilámame“.
“No te preocupes“, le aseguré al secretario, y luego bajé las escaleras con Ricardo.
Ricardo había escogido un café para nuestro encuentro.
Apenas nos sentamos, me pasó el menú: “¿Qué te gustaría tomar?”
Ni siquiera lo tomé: “¿Acaso no lo sabes? No me gusta el café“.
Ricardo se quedó paralizado.
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Capítulo 266
Continué, sin prisa: “Pide lo que tú quieras, no necesitas saber mi opinión“.
Al escuchar esto, Ricardo retiró el menú y le pidió al mesero un café negro sin azúcar ni leche.
Apoyada en el sofá, observaba a Ricardo y le pregunté: “¿Qué quieres de mí?”
Ricardo permaneció en silencio durante un buen rato.
Impaciente, estaba a punto de tomar mi bolso y marcharme.
De repente, Ricardo habló: “Me arrepiento.”
Me senté, fijando mi mirada en él.
No entendía cómo podía decir algo así.
Con sarcasmo, pregunté: “¿De qué te arrepientes?”
Ricardo pensó que aún lo amaba, que sus palabras me conmoverían: “De habernos divorciado.” Sentí ganas de insultarlo, pero me contuve.
Hablando más despacio, dije: “Pero si no nos hubiéramos divorciado, seguiría en casa, soportando tus maltratos y los de Benjamín y dejándome lastimar.”
“Incluso esperabas que sirviera a Amparo, la amante.”
Solo de pensarlo, me daba asco.
Ni hablar de revivirlo.
Continué: “Por lo tanto, al darte cuenta de que la vida no es tan cómoda como antes, claro que añoras los viejos tiempos.”
“Porque tú eres el agresor.”
“El que me maltrataba desde su posición de poder.”
“Nunca podrás entender cómo me sentí.”
“Por eso puedes venir y decir esas palabras con tanta facilidad…”
Me detuve por un rato y agregué: “Pero yo no.”
“Solo me siento aliviada de haber escapado de ese infierno y de poder llevar una vida normal.”
“Pero me amas,” dijo Ricardo, dándose cuenta de mi resolución firme y sin poder rebatir mis palabras, solo pudo decir: “Ofelia…”
Lo interrumpí: “No niego que en algún momento tuve sentimientos hacia ti.”
“Pero…”
“El hecho de que llegáramos al divorcio significa que todo el amor que sentía hacia ti, se ha esfumado.”
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Capitulo 266
Ricardo incrédulo: “¡Me estás mintiendo!”
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