Capítulo 204
Agarré la mano de Dora y le dije con un tono reconfortante: “La paciencia es una virtud. Con esfuerzo, todo llegará a su momento.”
Dora levantó la mirada, mientras sus ojos, llenos de desilusión, se encontraron con los míos: “¿En serio? ¿Realmente crees eso?”
Se recostó contra la ventana del auto, sumida en el silencio durante un largo rato.
Me acerqué más a ella, susurrando palabras de aliento.
Después de un tiempo, logré captar su atención de nuevo.
Benjamín seguía nuestros pasos desde atrás, observando cómo la madre de Ofelia consolaba a Dora con mucha paciencia.
Recordó aquellos momentos en que, sintiéndose triste, su madre siempre lo abrazaba y lo calmaba con dulzura.
Lamentablemente…
No supo valorar ese amor maternal cuando lo tenía.
Y cuando lo perdió, fue en ese momento cuando entendió que en este mundo, solo una madre como Ofelia tenía un corazón tan gentil y una paciencia inquebrantable.
Y lo más importante era…
Su amor incondicional.
Benjamín no lograba entender cómo había podido perder a una madre tan maravillosa.
El timbre de su celular sonó.
Al contestar, escuchó la voz alegre de Valentina: “Mi querido nieto, ya contraté un tutor para ti, tal como me pediste.”
“Gracias, abuela.” Benjamín no dejaba de mirar el auto de su madre: “Cuando regrese, prometo
estudiar con dedicación.”
Valentina sonreía con los ojos entrecerrados: “¿Y a qué hora vuelves?”
“No estoy seguro,” a Benjamín siempre le encantaba observar a su madre desde afuera de su casa, lo que le hacía sentir inexplicablemente tranquilo como si ella nunca se hubiera marchado.
“¿El profesor podrá esperar?“, preguntó Benjamín.
Valentina respondió de inmediato: “Podrá esperar.”
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Capítulo 204
Al llegar a casa, Dora se puso en movimiento como un trompo. Comenzó con correr, luego se puso con la práctica de fundamentos y finalmente, a ejercitar su habla y a expresarse frente al espejo.
Al terminar, se desplomó en el sofá, su rostro joven mostraba un cansancio que no le correspondía: “Estoy exhausta.”
La miré con una sonrisa en los labios.
“Dora.” Camilo le mostró una muñeca personalizada: “Mira lo que tengo aquí.”
La niña se levantó de un salto, abrazó la muñeca y la examinó detenidamente antes de preguntar: “¿Es abuela?”
Camilo asintió y le entregó otra muñeca: “¿Y esta?”
“¡Abuelo!” Dora estaba eufórica: “¿Sabían que amo a mis abuelos y por eso me las prepararon?” Sin esperar nuestra respuesta, las lágrimas comenzaron a brotar, sin poder apartar la vista de las muñecas, sin saber qué decir.
Tomé la iniciativa y le expliqué el propósito de las muñecas: “Tienes tantas cosas que quisieras decirles a tus abuelos, ¿verdad?”
“Pero cuando estás frente a ellos, te cuesta encontrar las palabras.”
“Ahora, podrás contarles todo a tus muñecas.‘
Continué con calma: “Imagina que tus abuelos también pueden escucharte.”
Dora acariciaba suavemente la cara de las muñecas, intentando hablar, pero las palabras no
salían.
Frustrada, confesó: “Hablar con las muñecas frente a mis padres me hace sentir un poco avergonzada.”
“¡Es muy infantil!”
En su mente, solo los niños pequeños e ignorantes podrían hacer algo tan tonto.
Pero realmente quería compartir muchas cosas con sus abuelos.
Después de pensarlo por un momento, Dora tomó las dos muñecas y subió las escaleras:
“Necesito pasar un tiempo a solas con mis abuelos.”
La vi correr escaleras arriba y no pude evitar reírme.
Camilo preguntó: “Si ella habla con las muñecas, sus abuelos no podrán escucharla, ¿verdad? Seguramente tampoco sabrán lo que siente.”
Le respondí un poco sorprendida: “¿Quién dice que no pueden escucharla?”
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Capítulo 205
Camilo preguntó con calma: “¿Eh?”