Capítulo 2
En ese momento, ya no pude prestar atención a los demás.
La escena pareció ralentizarse hasta detenerse por completo en el rostro de Benjamín.
Con los ojos cerrados y las manos firmemente unidas, pedía un deseo con toda su concentración frente a una enorme torta, luego escuché su voz, tan inocente y ferviente como siempre. “Quisiera que la Sra. Amparo fuera mi mamá. ¡Deseo que los cuatro estemos juntos para siempre!”
Los aplausos resonaron. Amparo y su hijo aplaudieron, deseando que su sueño se hiciera realidad y Ricardo, en ese momento, mostraba una sonrisa en su rostro.
Parecían la imagen perfecta de una familia feliz.
Entonces, ¿qué pasaba conmigo?
Sentí un dolor tan intenso que casi no podía respirar.
La “mamá” del grupo había enviado otro mensaje de voz; su tono era alegre y vivaz, como si fuera una amiga incondicional para Benjamín.
“Pequeño, me habías dicho que querías que fuera tu mamá. También dijiste que, con tal de no fuera tu mamá actual, cualquiera estaría bien, así que me preguntaba, ¿por qué le tienes tanta aversión a tu mamá?
Luego entendí que es porque tu mamá es demasiado controladora, no te deja comer lo que quieres ni jugar. Para que puedas crecer feliz, de ahora en adelante, en este grupo, seré tu nueva mamá. Este grupo será nuestro hogar, para los cuatro, juntos.”
¿Era así? ¿Cualquiera estaría bien, con tal de que yo no fuese su mamá?
que
Me torturé escuchando ese mensaje una y otra vez, pero aún me resistía a creer que mi propio hijo, a quien había educado con tanto esmero, el niño al que había dedicado toda mi energía, pudiera odiarme así.
Cerré los ojos, pero las lágrimas seguían cayendo sin control.
Benjamín siempre había tenido un estómago delicado, por lo que cualquier alimento inadecuado le causaba malestar, de hecho, cuando era más pequeño, tuvo que ser hospitalizado varias veces por gastroenteritis. Por eso, siempre controlaba su dieta, preparando cuidadosamente sus comidas todos los días, con la esperanza de mejorar su salud. Pero todos mis esfuerzos por él, desde su perspectiva, se convirtieron en ejemplos de cómo lo había lastimado.
No era de extrañar que últimamente la gastroenteritis de Benjamín hubiera vuelto a aparecer. Estaba desesperada, sin encontrar la causa y resulta que ese era el origen.
Escuché atónita los mensajes de voz que Benjamín había enviado anteriormente.
Cada acusación era como un cuchillo que se clavaba en mi corazón y me dejaba casi sin
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aliento, hasta que Benjamín de repente dejó de hablar, supe que fue porque había ido a su habitación para acostarlo y no podía dejar que supiera que aún estaba usando la tableta, aunque quisiera seguir charlando con Amparo en el grupo, tenía que obedecerme. Y ahora, ya se había dormido.
Mordiéndome el labio y con lágrimas en los ojos, lo observé, tan perfecto como un ángel. Hablaba sin malicia, diciendo lo que sentía sin reservas.
Pero, si bien las mentiras no lastiman, la verdad sí es un corte profundo.
Yo creía que, siendo su madre, aunque fuese un poco estricta con él y ahora podría sentirse un poco molesto, al crecer entendería que todo fue por su bien, pero nunca imaginé que pudiera llegar a odiarme tanto.
Mi corazón estaba roto por el dolor y la ira. Sin embargo, aún conservaba algo de sentido común y sabía que Benjamín aún era un niño, como un lienzo en blanco, sin entender ni saber
nada.
No obstante, su rechazo hacia mí y su afecto por Amparo, solo podía deberse a mi esposo, Ricardo.
