Capítulo 191
Ricardo solo sonrió y le preguntó: “¿Y qué hacemos con Fernando?”
Amparo se quedó sin palabras, parada ahí, estuvo pensando seriamente durante un buen rato sin encontrar una solución al problema.
Fernando era su hijo.
Y Ricardo era su cajero automático…
Ella simplemente no podía decidirse.
Amparo frunció los labios, con una expresión llena de confusión y angustia.
Sin expresar ninguna palabra, y Ricardo, sin prisa, se sentó a su lado, esperando pacientemente a que ella encontrara la respuesta adecuada.
Finalmente, Amparo tomó una decisión: “Haremos lo que tú digas.”
Había entendido que, de cualquier manera, Ricardo había estado buscando mantener cierta distancia entre ellos últimamente.
En esta situación, lo mejor sería seguirle la corriente.
Aprovechar esta oportunidad para mudarse de la mansión de Ricardo.
Sin estar pegados el uno al otro todo el tiempo…
Quizás él comenzaría a valorarla de nuevo.
Amparo lo entendió y le dijo a Ricardo con una sonrisa: “Sin mí a tu lado, tienes que cuidarte
bien.”
“Lo mismo digo,” respondió Ricardo con una sonrisa comprensiva.
Para no interferir con la escuela de Fernando al día siguiente, Ricardo había contratado a una empresa de mudanzas ese mismo día para trasladar todas las pertenencias de Amparo y Fernando a su nuevo hogar.
Ahora Ricardo se encontraba solo en la gran mansión.
Sin Amparo y su hijo, se sentía mucho mejor.
Pero al mirar a su alrededor, también sentía una soledad que nunca había experimentado cuando Ofelia y Benjamín estaban en casa.
Al llegar a su hogar, como de costumbre, Dora salió a correr con su entrenador Walter. Después de correr, cuando estaba a punto de dedicarse a sus asuntos, Walter la detuvo.
Este le dijo que su condición física había mejorado bastante y que ahora la llevaría a practicar las bases del arte marcial.
Capitulo
Los ojos de Dora se iluminaron, tomó mi mano emocionada y corrió hacia donde estaba Walter Camilo también nos siguió.
La tarea de Walter, de enseñar a una persona, se convirtió en enseñar a tres. Lejos de molestarse, estaba más que feliz, enseñándonos con dedicación y corrigiendo nuestras posturas con esmero.
Al final, después de mucho esfuerzo y sudor, miré hacia abajo a Dora y su ropa estaba completamente empapada en sudor.
Sus cabellos mojados estaban pegados a sus mejillas, y su rostro regordete estaba tan rojo
como una manzana.
Ella se tumbó en el suelo, formando una gran “X” mientras respiraba profundamente: “Mamá, no puedo ir a ningún lado ahora, déjame descansar aquí un rato.”
Con una sonrisa, la levanté en brazos: “Vamos al salón a descansar primero.”
Dora estaba tan cansada que ni siquiera tenía fuerzas para responder: “De acuerdo.”
Camilo y Walter tenían cosas de qué hablar, así que se quedaron en el patio conversando.
Los niños se recuperaban rápido.
En menos de diez minutos, Dora ya estaba de vuelta a su estado normal, lleno de energía. Al ver que aún no me había recuperado, me dijo consideradamente: “Mamá, ¿puedo seguir practicando frente al espejo?”
La seguí la corriente y respondí: “Claro.”
Dora estaba decidida a mejorar, se miró en el espejo y dijo: “Hola.”
“¿Puedes ser mi amigo?”
Yo estaba en la puerta, observándola a través del espejo. A pesar de ser solo una niña, sus ojos ya mostraban una determinación que muchos adultos no poseían.
Sus ojos reflejaban admiración y aprobación, y yo no podía evitar sonreír.
Después de decir todo lo que tenía en mente, ella se giró hacia mí: “Mamá, vamos a estudiar fonética.”
Agarré su mano y nos dirigimos al salón, donde saqué el material didáctico para enseñarle a Dora paso a paso.
La niña era inteligente y aplicada. Parecía temer olvidar lo aprendido, así que saltó del sofá, cogió su libro y comenzó a repasar sin parar.
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Capítulo 191
Finalmente, cuando sintió que había memorizado suficiente, me pasó el libro para que revisara su aprendizaje.
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