Capítulo 20
-Ja, ja, perfecto, atrévete. A ver si ese viejo moribundo de tu marido tiene suficiente poder para echarmos de aquí.
Ofelia se cruzó de brazos y se dejó caer en una silla cercana, alzando una pierna con la postura de alguien que no se iria sin ver un desenlace.
Rebeca observó la escena con extrañeza y rápidamente se acercó a Carlota, agarrándola del brazo con cierta ansiedad, su amiga estaba actuando por impulso. ¿Acaso no se había divorciado ya? ¿De qué le servía llamar a su exmarido?
Carlota simplemente tomó aire profundamente, marcó el número y esperó unos segundos. Después de un par de tonos, la llamada fue atendida.
Daniel estaba en casa de Viviana, quien estaba en la cocina, con la intención de prepararle algo
de comer.
Daniel la miró de reojo mientras ella se movía con agilidad entre los utensilios, con voz calmada, le dijo:
-No te esfuerces, Viviana. No estás del todo bien, deberías descansar.
Viviana le dedicó una sonrisa dulce.
-Daniel, desde que volví, eres tú quien no ha parado. ¿Recuerdas que solía prepararte este postre de coco? Hace mucho que no lo hago y quiero que lo pruebes otra vez.
Daniel también lo recordó. Aquel postre que ella le habia preparado especialmente para su cumpleaños seguía grabado en su memoria, incluso después de tantos años de ausencia.
-Está bien.
Viviana sonrió satisfecha, al verlo volver su atención a los documentos frente a él. Con sigilo, sacó algo y lo colocó sobre el pastel. Después de esa noche, todo volvería a ser como antes. Sus ojos se posaron con nostalgia en la imponente figura de Daniel, mientras su mente divagaba en recuerdos del pasado.
Fue en ese momento cuando el teléfono de Daniel sonó.
-Cariño.
La voz que salió del auricular era dulce y melosa, con un tono casi cantado que le provocó un escalofrío por todo el cuerpo a Daniel; era Carlota. Pero, ¿qué demonios le pasaba?
Carlota lo había llamado “cariño” antes, pero siempre con un tono neutral, quizá con un leve matiz de esperanza. Él rara vez respondía a ese tipo de gestos, así que con el tiempo, ella simplemente dejó de hacerlo.
Pero ese “cariño“, no tenía nada de ordinario. Su voz era arrastrada, exagerada, con una dulzura artificial que lo hacía pensar en el tono burlón con el que últimamente solía hablarle, por lo
que su expresión se ensombreció al instante.
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Captulo 20
-Carlota, ¿te volviste loca?
Ella lo ignoró por completo y continuó con aquel tono empalagoso:
-Cariño, me están tratando mal en la Casa del Sabor. Soy tu esposa, ¿sabes? Si me maltratan a mi, es como si te estuvieran dando una bofetada en la cara y si el abuelo se entera, seguramente pensará que ni siquiera eres capaz de proteger a tu propia mujer… y eso podría traerte problemas.
Daniel apretó el teléfono con fuerza. Vaya, parecia que Carlota le había tomado el gusto a eso de amenazarlo. Sacó a relucir su abuelo, insinuando claramente que, si él no movia un dedo, ella iria a quejarse con él.
Sus ojos ámbar se entrecerraron con un brillo peligroso, su tono bajó hasta volverse grave y
rasposo.
-Carlota, ¿crees que puedes seguir jugando conmigo? ¿Sabes cuáles son las consecuencias de amenazarme de esta manera?
Al otro lado de la línea, la voz de Carlota seguía siendo dulce y seductora, como si no hubiera escuchado su advertencia. Su tono incluso adquirió un matiz coqueto, como si fueran
amantes.
-Cariño, y si la gente de fuera se entera de que tu esposa ha sido humillada, seguro que se sorprenderán… Después de todo, mi marido es un hombre tan fuerte y poderoso….
El rostro de Daniel se endureció. Sus ojos, teñidos de un matiz rojizo, ardian con la furia contenida. Carlota estaba insinuando que, si él no la ayudaba, entonces haría pública su relación, ¿era eso lo que quería decir?
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