Capítulo 7
Vanessa observó con calma todo a su alrededor.
La villa de Emilio estaba decorada en tonos de gris y blanco, un estilo simple y elegante, pero con un toque de lujo. Cada mueble y adorno valía una fortuna. La mesa tenía solo algunos objetos dispersos, como si nadie viviera allí realmente.
-En el piso de arriba puedes elegir cualquier habitación. Si necesitas algo, busca a Quirico o a Sergio–indicó Emilio con un gesto hacia las escaleras, dejando claro que no planeaba involucrarse personalmente en la crianza de su hija.
-Gracias–respondió Vanessa, siguiéndolo en silencio, con educación y cortesía.
Sabía que la imagen de una relación padre e hija ideal no ocurriría entre ellos.
No sentía aversión hacia Emilio; después de todo, solo lo estaba utilizando para librarse de la familia Sánchez.
Tras dar unas breves instrucciones, Emilio se marchó con Sergio.
La prueba de paternidad estaba hecha: era su hija biológica. Pero eso no significaba que no tuviera gente detrás.
Mientras pensaba en esto, una sombra de crueldad pasó por el rostro impasible de Emilio.
-Sergio, investiga a esta niña -ordenó Emilio con un tono frío.
Sergio sintió un escalofrío y no pudo evitar replicar.
-Señor, esa niña es su hija biológica. ¿No está siendo demasiado precavido?
Después de todo, solo era una jovencita, en la etapa más inocente de la vida.
-¿Me estás diciendo cómo debo hacer mi trabajo?
La mirada severa de Emilio hizo que el corazón de Sergio casi se detuviera.
-No me atrevería -murmuró Sergio, temblando.
En realidad, se había arrepentido de sus palabras en cuanto las pronunció. Las decisiones de su jefe eran inmutables y nadie podía cuestionarlas.
Había sido un error.
-Lárgate -dijo Emilio, apartando la mirada, con un tono aún más frío.
Sergio se limpió el sudor de la frente y salió del despacho con el rabo entre las piernas.
En Villa Mariposa, Vanessa no tenía idea de la tormenta que su llegada había generado.
La familia Leyva siempre había sido reservada, pero Quirico estaba contento de que su jefe
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Capitulo 7
trajera a su hija. Además, la niña era adorable, lo que hacía que el corazón de Quirico se ablandara.
-Señorita, si necesita algo, no dude en buscarme -dijo Quirico con amabilidad.
Vanessa percibió la buena intención en sus palabras y asintió cortésmente.
-¿Sabe usted cuándo suele regresar Emilio… eh, papá? -preguntó con cautela.
Quirico dudó, consciente de que su jefe solía desaparecer por meses debido a su trabajo.
-Es difícil decirlo. El señor solo regresa unas pocas veces al mes. Pasa la mayor parte del tiempo en la oficina -explicó Quirico, tratando de ser honesto.
Para evitar que la niña se sintiera triste, añadió:
-Si lo extraña, siempre puede llamarlo por teléfono.
Quirico le dio el número privado de Emilio a Vanessa.
Aunque no lo quería, Vanessa no rechazó el gesto amable de Quirico.
Al regresar a su habitación, Vanessa se tumbó en la cama y miró el número durante diez minutos, pero finalmente decidió no guardarlo en su celular.
Mientras tanto, en su oficina, Emilio estaba preocupado.
-¿Dices que después de ver a tu hija, la reacción de tu corazón se intensificó? -preguntó Santiago, su médico, con seriedad.
Emilio había estado lidiando con este problema durante seis meses. Santiago, aunque desconcertado, había confirmado que el corazón de Emilio no tenía daños físicos.
-Sí, cuando la veo triste, mi corazón reacciona más -admitió Emilio, incómodo con la falta de
control.
-Tu condición podría estar relacionada con tu hija -sugirió Santiago.
-Pero hoy fue la primera vez que supe que tenía una hija —dijo Emilio, incrédulo.
Como su médico de confianza, Santiago le aconsejó:
-Emilio, deberías considerar ver a un psicólogo.
Emilio guardó silencio, reflexionando…
Más tarde esa noche, mientras Vanessa se preparaba para dormir, su celular vibró con un mensaje.
[Sergio: Señorita, elija una preparatoria y nosotros nos encargaremos de todo.]
Vanessa abrió la imagen adjunta y vio una lista de las mejores escuelas secundarias en Nueva Alameda, incluyendo opciones de colegios normales y exclusivos.
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Sin embargo, después de un vistazo, cerró el celular.
[Vanessa: Gracias, señor Sergio, pero no es necesario.]
No planeaba cambiarse de escuela. Asistía al Colegio Nueva Alameda, el mejor de la ciudad, y lo más importante, era la única institución que valoraba los logros académicos sobre todo lo
demás.
01-19