Capítulo 30
Vanessa dejó que su mirada se tornara distante, y sus labios lentamente dejaron de sonreír.
El aire se volvió tenso de repente.
Nadie podría imaginar que Vanessa y Jimena habían sido amigas inseparables en su infancia, tan unidas que parecían compartir todo.
De niña, Vanessa era una chiquilla adorable, con una belleza encantadora que cautivaba a todos. A sus tres años y medio, conoció a Jimena, que tenía cuatro años, en el jardín de niños.
La pequeña Jimena, fascinada por la belleza de Vanessa, quedó completamente cautivada. Tanto así que, al regresar a casa, lloró y suplicó a su madre, Paulina, que llevara a Vanessa a casa para ser su hermanita.
En ese entonces, Isabella y su hijo aún no regresaban a la familia Sánchez, y Vanessa vivía rodeada de amor.
Frente al afecto de su nueva amiga, Vanessa se sentía perdida y torpe. En la guardería, los otros niños no la querían, y el motivo era irrisorio: ella siempre respondía correctamente a las preguntas de la maestra y se llevaba la mayoría de las estrellitas de recompensa.
Jimena fue la primera en decir que le gustaba.
Ese día fue el más feliz para Vanessa en la guardería. Al llegar a casa, eligió un regalo para su nueva amiga y se lo llevó al día siguiente.
Desde entonces, donde estaba Vanessa, estaba Jimena.
Con el tiempo, Isabella regresó con Celeste a la familia Sánchez, y Vanessa comenzó a perder el amor de todos.
Todo cambió, menos Jimena. Cuando Vanessa estaba triste, Jimena siempre estaba allí para defenderla.
-Vane, ¿otra vez esa tonta te molestó? Espera, voy a darle una lección.
-Vane, no estés triste. Aunque nadie más te crea, yo siempre te creeré?
-Vane, ya no le haré caso a Celeste. ¿No te enojas conmigo, verdad?
-Vane, no importa cuánto cambies, siempre serás mi mejor amiga.
-Vane, seremos amigas para siempre.
Las amistades de los niños se forman fácilmente, pero a veces no soportan las adversidades y se rompen.
Cuando tenían diez años, Jimena fue a jugar a casa de Vanessa. Ese día, las empleadas estaban de descanso, y en la casa solo estaban ellas dos y Celeste.
Ocurrió un incendio, y Vanessa y Jimena no se dieron cuenta hasta que las llamas se hicieron
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peligrosas.
Al reaccionar, Vanessa fue la primera en salir corriendo de la habitación y vio que Celeste tenía un encendedor en la mano.
-¿Qué estás haciendo? -exclamó Vanessa, llena de ira.
Celeste solo rio con malicia.
-Vanessa, te voy a quemar viva -dijo Celeste, con el rostro iluminado por el fuego.
-Si mueres, todo de la familia Sánchez será mío.
La expresión de Celeste era casi demencial.
En ese momento, Vanessa no vio a una niña, sino a un demonio.
Celeste era un demonio.
-Estás loca, nos vamos a morir todas -dijo Vanessa, acercándose rápidamente y abofeteando a Celeste.
Pero Celeste no dejaba de reír.
-Muéranse, yo no voy a morir.
Cuando el último escape estaba a punto de ser consumido por el fuego, Celeste, con una fuerza desconocida, empujó a Vanessa y corrió hacia la salida.
Cuando estaba a punto de escapar, algo cayó del techo y la golpeó, dejándola atrapada.
El fuego se hacía más intenso.
En ese momento, se escuchó la voz de Alejandro en la puerta.
-Jimena, nos van a rescatar -exclamó Vanessa con esperanza, cubriendo a Jimena con una sábana húmeda para protegerla.
Poco después, Alejandro apareció entre las llamas.