Capítulo 27
Emilio llegó a la estación de policía, donde los oficiales le informaron de inmediato sobre lo que había sucedido.
Aunque ya estaba preparado mentalmente, al escuchar que la pequeña se había atrevido a ir sola, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo.
Las palabras de regaño estaban a punto de salir de su boca, pero al ver a Vanessa, se las tragó de inmediato.
Cuando Enrique escuchó el ruido, no le dio importancia al principio, pero al ver quién era, su expresión cambió drásticamente. ¿Cómo había llegado esa persona aquí?
En Nueva Alameda, podías meterte con quien quisieras, menos con Emilio, o estarías en serios problemas.
¿Qué relación tenía con este pobre diablo?
Enrique forzó una sonrisa torpe, sintiendo un nudo en el estómago.
-Sr. Emilio, ¿qué lo trae por aquí?
Emilio soltó una risa sin humor.
-El Sr. Enrique se ha atrevido a meterse con mi hija, ¿cómo no iba a venir?
El rostro de Enrique y Jimena palideció al instante.
-¿Vanessa es tu hija? -preguntó Jimena con valentía.
Ella lo había visto de lejos en una fiesta y conocía su reputación, pero Emilio no era soltero, ¿de dónde salió una hija?
Emilio no le respondió, en cambio, dirigió su mirada a Enrique, con un tono helado.
-El Sr. Enrique tiene una hija encantadora, ¿quiere que traiga una prueba de ADN para demostrarlo?
El párpado derecho de Enrique tembló, y se volvió para darle una bofetada a Jimena.
-¿Quién te dio permiso para hablar aquí?
Luego, miró a Emilio con una sonrisa servil.
-Sr. Emilio, todo ha sido un malentendido, solo eran niños jugando, no vale la pena que se lo tome a pecho.
Acto seguido, le indicó a Jimena con la mirada.
-Jimena, disculpate.
Aunque Jimena tenía rabia contenida, bajó la cabeza.
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-Lo siento.
Vanessa no le prestó atención, sabía que la disculpa de Jimena no era sincera. Jimena no se disculpaba porque pensara que había hecho algo mal, sino porque comprendía que la familia Castillo no podia enfrentarse a la familia Leyva.
Lo que Vanessa podía ver, Emilio también lo veía claramente.
Emitió un resoplido, sin ganas de seguir lidiando con aquel par.
-¿Cómo pude tener una hija tan tonta? -Enrique, viendo que ambos estaban a punto de irse, se desesperó y le dio otra bofetada a Jimena.
Jimena se cubrió la cara, conteniendo las lágrimas, pero sin atreverse a decir nada.
Los negocios de la familia Castillo no iban bien desde hacía años y no podían permitirse más problemas.
Los ojos de Enrique se movieron rápidamente hacia Vanessa, y se arrodilló frente a ella con una expresión de súplica.
-Señorita Leyva, fue mi hija la que cometió un error. Le ruego que convenza a su padre de que perdone a la familia Castillo.
Emilio también miró a Vanessa, dispuesto a aceptar su decisión si ella decidía perdonarlos.
El silencio era abrumador, hasta que la voz clara de Vanessa rompió la tensión.
-No, no puedo.
La familia Castillo era una compañía tecnológica, dedicada a desarrollar celulares inteligentes y computadoras, entre otros productos de alta tecnología.
En su vida anterior, poco después de graduarse de la preparatoria, descubrieron que la familia Castillo había estado robando investigaciones de pequeñas empresas.
Con prácticas tan deshonestas, no podían dejarlos impunes.
Emilio miró a su hija con aprobación.
La pequeña, a pesar de su edad, no se dejaba llevar por la compasión. En un momento, Emilio pensó que ella podría rogar por la familia Castillo, pero se había equivocado.
Ser indulgente con aquellos que te han dañado es ser cruel contigo mismo.
Emilio siempre había sido vengativo y despreciaba a aquellos que respondían al mal con bondad.
Los rostros de Enrique y Jimena se llenaron de desesperación.
No importaba lo que dijeran, Emilio no se inmutaría.
-Todos los acuerdos futuros entre la familia Leyva y la familia Castillo quedan cancelados.
Con esa declaración, Emilio se llevó a Vanessa y se marcharon.
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