Capítulo 22
-Hermana, puede que no lo entiendas, pero yo fui reclutada personalmente por el señor Emilio No soy como las demás -decía Rosa, conteniendo la furia mientras maldecía a la otra en su
mente una y otra vez.
-Vaya, pues el señor Emilio debe tener malos gustos para contratar a alguien como tú -murmuró Vanessa en voz baja.
-¿Qué dijiste? -Rosa sospechaba que Vanessa la estaba insultando.
-Nada, ¿qué te hace pensar que eres diferente? -Vanessa no pudo evitar reirse.
Que un jefe contrate empleados es lo más normal del mundo, pero que una empleada se imagine un cuento de hadas donde se casa con el jefe es otro asunto.
Antes de que Rosa pudiera responder, Vanessa continuó:
-No pensarás que Emilio te va a convertir en la esposa de la familia Leyva, ¿verdad?
El rostro de Rosa se tornó de un rojo intenso.
Aunque en su interior lo había considerado, que esa mocosa se lo dijera tan abiertamente la hizo sentir un poco avergonzada.
-Eso…
Rosa estaba a punto de presumir cuando Vanessa la interrumpió con sus siguientes palabras.
-Sueños imposibles. Te aconsejo que vayas a ver a un neurólogo.
-La paranoia también es una enfermedad y debe tratarse.
La voz clara de Vanessa resonó en la oficina, cada palabra nítidamente pronunciada.
Vanessa, a lo largo de toda la conversación, no mostró ninguna emoción, mientras que el rostro de Rosa cambiaba de color y su expresión amistosa se desmoronaba.
Finalmente, dejó de fingir.
-Maldita mocosa, ¿a quién engañas? Tan joven y ya te metiste en la cama del señor Emilio, ¡qué habilidad!
-Con esa cara de zorra, quién sabe cuántos hombres has seducido.
-Seguro tus padres tampoco son buena cosa…
Rosa no alcanzó a terminar su frase cuando recibió un bofetón en la cara, un golpe que le ardió intensamente.
-¡Esta maldita mocosa! ¿Cómo puede tener tanta fuerza?
Rosa, incrédula, se cubrió el rostro, sin creer que Vanessa se hubiera atrevido a pegarle.
Después de todo, la chica tenía una apariencia inofensiva, aunque cuando no sonreía, irradiaba
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Capitulo 22
una cierta frialdad distante, no parecía alguien agresiva.
Rosa se retorcía de dolor, mientras que Vanessa, satisfecha, esbozaba una ligera sonrisa y la advertía:
-Si vuelves a insultarme, te vuelvo a golpear.
Para Vanessa, si podía resolverlo con un golpe, no había problema.
En esta nueva oportunidad de vida, no iba a quedarse con las ganas de defenderse; quien le molestara, recibiría su merecido.
Rosa, con el rostro ardiendo de dolor, estaba a punto de insultar a la “maldita mocosa” cuando escuchó pasos acercándose desde la puerta.
Rápidamente limpió su rostro y se dejó caer al suelo, haciendo que las lágrimas fluyeran.
-¿Cómo te atreves a golpearme? Yo solo quería evitar que molestaras al señor Emilio y te pidiera que te mudaras. Aunque no quisieras, no deberías golpearme.
Rosa, de buen ver, llorando, se veía aún más irresistible, despertando el deseo de protegerla.
Cuando Emilio entró, encontró a Rosa en ese estado. Su rostro se oscureció y su voz reflejaba
una frialdad contenida.
-¿Qué está pasando aquí? -preguntó, mirando a Vanessa.
Vanessa levantó la mirada y se encontró con los ojos de Emilio, su expresión se tornaba más
sombría.
La frialdad en la mirada de Emilio la llenó de una inesperada irritación.
Con voz firme respondió:
-Yo la golpeé. Se lo merecía.
-No pienso disculparme.
El corazón de Rosa, que había estado en un puño, finalmente se calmó.
Se sintió complacida; sabía que el señor Emilio la trataba de manera especial, mucho más que
a esa maldita mocosa.
-Señor Emilio…
-Cállate… Lárgate.
Rosa, con la intención de llorar nuevamente para ganarse la simpatía de Emilio, apenas abrió la boca cuando se encontró con esos ojos fríos que la hicieron estremecerse.
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