Capítulo
En su vida pasada, Vanessa nunca había recibido el amor de la familia Sánchez y, al final, fueron ellos quienes la mataron.
Su vida anterior ya se la había devuelto a la familia Sánchez.
Ya no les debía nada.
-Detente.
La voz del hombre era severa y autoritaria, como la de alguien acostumbrado a mandar.
Vanessa se volteó para mirar a su antiguo hermano, Diego Sánchez.
-No te atravieses como un perro en el camino.
-¿Así es como tratas a tu hermano? -Diego la miró con frialdad, avanzando unos pasos y apretando con fuerza la muñeca de Vanessa, como si no pudiera creer lo que había salido de su boca.
Aunque antes su hermana había sido maliciosa, nunca se había atrevido a desafiarlo.
¿Hermano? ¿Él merecía ese título?
La hipocresía le causaba náuseas, y una chispa de desprecio cruzó por los ojos de Vanessa.
-Apártate, me repugnas -dijo ella, zafándose con fuerza, como si hubiera tocado algo sucio.
Diego no esperaba que ella tuviera tanta fuerza y casi pierde el equilibrio, su ira creciendo al
instante.
-Vanessa, ¿qué estás haciendo?
-Empujaste a Celeste por las escaleras y casi la matas. Ahora solo te pedimos que reconozcas tu error y te niegas. ¿Así es como te comportas como hermana? ¿Cómo puedes ser tan cruel?
¿Casi matarla?
¿Eso era casi morir?
Entonces, ¿cuántas veces no habría muerto ya ella misma?
Diego seguía siendo el mismo de siempre, pretendiendo ser el hermano justo, pero su balanza siempre inclinada hacia Celeste.
Vanessa miró a Celeste rodeada por todos en la cama del hospital, y no pudo evitar reírse.
-¿Estás ciego? ¿En qué momento parece ella una enferma?
-Ya no sé si su actuación es demasiado convincente o si ustedes son demasiado ingenuos.
Celeste, con un rostro sonrosado, rodeada de gente que le daba de comer y beber, mientras que
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el raspón en su brazo ya se había curado.
En comparación, Vanessa estaba pálida, carente de vitalidad, como si fuera ella la que estuviera enferma.
Héctor Sánchez, su otro hermano, la miraba con desdén, sus dientes apretados y las venas de
su frente marcadas.
-Vanessa, te hemos dado tu lugar, ¿cómo te atreves a hablar así de Celeste?
-Si no fuera por ti, Celeste no estaría herida.
Héctor apretó los puños, su mirada cargada de odio.
-Ella es tan bondadosa que nunca te ha hecho daño, pero tú, por celos, siempre has sido
malintencionada con ella.
Una mirada como esa, como si estuviera frente a un enemigo mortal.
Vanessa no dudaba que, si Celeste no estuviera presente, Héctor no dudaría en atacarla.
Este violento demonio temía asustar a su querida hermana.
Vanessa soltó una risa amarga. Si había alguien que detestaba más que a la familia Sánchez, ese era Héctor.
-¿Tú qué te crees? ¿Qué se creen ustedes, los Sánchez?
-¿Eso es malicia?
Vanessa se dirigió directamente hacia la cama del hospital y, antes de que los demás pudieran reaccionar, le dio una bofetada a Celeste.
-Idiota, eso sí es malicia.
Con ese golpe, se sintió mucho más aliviada.
Diego y Héctor habían sido adoptados por Alejandro antes de que Celeste, la verdadera hija, regresara. En su momento, habían sido los hermanos que más la querían, pero se convirtieron en los verdugos que le clavaron el cuchillo en el corazón. Para Vanessa, todos eran agresores.
La velocidad de Vanessa fue tal que nadie logró detenerla.
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