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Rompio Promesa 90

Rompio Promesa 90

Capítulo 90 

Adolfo soltó una fría carcajada. Ignorando la resistencia de Verónica, intentó separar sus manos. Verónica agarraba la puerta con todas sus fuerzas. Sus uñas casi se clavaban en la madera, pero por más que usaba toda su fuerza, era en vano. Adolfo, uno a uno, fue despegando sus dedos. Delante de ella, sin piedad alguna, cerró esa puerta. En el momento en que la puerta se cerró, la oscuridad la envolvió. Verónica inmediatamente trató de girar la manija, pero la puerta ya estaba cerrada con llave desde afuera. El miedo, enterrado en lo más profundo de su corazón, surgió, drenando el color de su rostro. Verónica se volvió emocional y empezó a golpear la puerta

¡Adolfo, abre la puerta, déjame salir! Sin pruebas, ¿con qué derecho me encierras?!” 

Pero nadie respondió desde afuera

¡Adolfo, ¿me escuchas? ¡Déjame salir! ¡No tienes derecho a encerrarme! ¡Déjame salir!” 

Todavía no hubo respuesta. Ella temblaba de miedo, intentando calmarse, buscando a tientas en la oscuridad el interruptor de la luz. Con las manos temblorosas y suprimiendo el miedo, finalmente encontró el interruptor. Esperanzada, intentó encender la luz. ¡Click!Pero aún estaba en la oscuridad. El cableado del sótano había sido cortado. Verónica se derrumbó de 

rodillas, deslizándose por la pared. La esperanza recién encendida se apagó una vez más, sumiéndola en un pánico sin fin. Solo pudo seguir golpeando la puerta

¡Adolfo, abre la puerta!” 

Verónica no supo cuánto tiempo pasó golpeando y llamando, sin obtener respuesta alguna desde afuera. Este castigo era demasiado cruel. Gradualmente, perdió sus fuerzas y se deslizó hacia abajo, sin energía. Se arrodilló, abrazándose a misma. Todo lo que veía era oscuridad. El silencio era aterrador, solo quedaban su respiración y los latidos de su corazón. Verónica mordió con fuerza sus labios, respirando profundamente, intentando calmarse. Se consoló en voz baja, Verónica, solo es de noche, hay un apagón, no pasa nada, no pasa nada.” 

Pero a medida que pasaba el tiempo, el silencio era sepulcral. La completa soledad y un entorno totalmente desconocido magnificaban el miedo en su corazón, amenazando con ahogarla. Verónica no pudo evitar temblar. Las lágrimas de miedo comenzaron a caer. Cayeron copiosamente de sus ojos

Sus recuerdos la llevaron de vuelta a cuando tenía ocho años, cuando volvió a la casa de la familia Ferrer con su madre adoptiva y la abuela Ferrer. La abuela Ferrer la quería como a una nieta, pero Silvia la miraba con desdén. Aprovechando que la abuela Ferrer y la madre adoptiva no estaban, Silvia la encerró en el sótano de la familia Ferrer. Para asustarla, Silvia intencionalmente hizo que los sirvientes trajeran grandes ratas y las soltaron allí, dejándola encerrada con ellas. Ella también golpeaba la puerta sin parar, pidiendo ayuda. Pero aunque gritara hasta quedarse sin voz, y sus manos se hinchasen de tanto golpear, nadie le respondió. Agotada, se acurrucó en un rincón. No se atrevía a dormir, ni podía hacerlo, con los nervios al límite. En la oscuridad, el sonido de las ratas estimulaba sus nervios. De vez en cuando, una rata cruzaba por encima de ella. Para ella, a los ocho años, era un miedo insuperable. Sufrió 

Capítulo 90 

inmensamente, encerrada en el sótano durante un día y una noche. En su momento más desesperado, fue Adolfo quien la encontró, abrió la puerta del sótano y la sacó en brazos. El joven de doce años, aunque delgado, la sostenía firmemente. Recostada en su pecho, inhalando su aroma único. En ese momento, Adolfo era como un salvador para ella. Fue él quien la sacó del abismo oscuro. Ella siempre recordaba ese día, y nunca lo había olvidado

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Score 9.9
Status: Ongoing Type: Native Language: Spanish
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