Capítulo 85
El sonido del motor resonó nuevamente justo después de que se pronunciaran las palabras. Joaquín, acompañado por Damián, entraron apresuradamente. Al entrar, lo primero que vio Damián fue a Verónica en el suelo. Ella no parecía estar bien, y estaba a punto de agacharse para revisarla.
“Ven aquí, Yessie está herida.” La voz de Adolfo se hizo escuchar. Verónica levantó la mirada hacia el hombre, encontrándose con una expresión de desagrado. Esa expresión parecía decir que su vida no importaba en absoluto, ¡lo importante era Yessie!
Damián se detuvo un momento, miró a Verónica y luego se giró para tomar el botiquín que Joaquín sostenía. Se dirigió rápidamente hacia donde estaba Yessie, se agachó junto al sofá y comenzó a atender su herida.
“No te preocupes, señor, no es nada grave. Voy a suturar la herida de Yessie.” Damián le administró anestesia local a Yessie para aliviar el dolor antes de tratar su herida. A pesar de ello, la niña estaba tan asustada que, acurrucada en los brazos de Adolfo, no dejaba de temblar. Adolfo, con una mirada baja y un gesto tierno, la consolaba sin cesar con palabras
suaves.
Verónica observaba a aquel hombre lleno de ternura, consolando a Yessie, y recordó cuando Pilar recién había sido internada para tratamiento. Otros niños tenían a sus padres para consolarlos, pero Pilar no. Aprovechando un momento en que salió a buscar agua, Verónica reunió el coraje para llamar a Adolfo desde un reloj teléfono y le pidió con cautela: “Papá, ¿puedes venir a hacerme compañía? Estoy enferma y duele mucho cuando me inyectan…”
En ese momento, Adolfo solo respondió fríamente: “No seas como tu madre, siempre mintiendo“, y colgó el teléfono. Verónica acababa de volver con el agua cuando vio a Pilar mirando el reloj teléfono, ya colgado, con los labios fruncidos y lágrimas cayendo, murmurando tristemente: “Papá, no te estoy mintiendo, realmente me duele.”
Pero el teléfono colgado no respondió. Pilar, temerosa de preocupar a su madre, se cubrió la boca y lloró en silencio como un animalito herido. Ver a su hija llorar tan tristemente desgarraba el corazón de Verónica. No queriendo que su hija llorara, fingió no haber escuchado y llamó desde la puerta: “Pilar, mamá ha vuelto.”
Pilar rápidamente se escondió bajo las sábanas, fingiendo dormir. Pero siendo solo una niña, no podía dejar de llorar, y su pequeño cuerpo temblaba sin parar bajo las sábanas. Verónica se sentó al lado de la cama, acariciando la espalda de su hija, sintiendo que su corazón se rompía de dolor. Pronto, Pilar se quedó dormida con sus consuelos.
Tomando un paño caliente, con los ojos enrojecidos, limpió las lágrimas aún húmedas del rostro de Pilar, la arropó bien y salió de la habitación. Llamó frenéticamente a Adolfo y, cuando finalmente contestó, le pidió que viniera al hospital a ver a Pilar, a pasar tiempo con ella. Recibió la respuesta de Adolfo: “Verónica, deja de enloquecer.”
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Esa noche, Verónica se sentó al lado de la cama de Pilar, llorando toda la noche. El recuerdo hizo que la escena ante sus ojos se volviera aún más dolorosa; su expresión se enfrió aún
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Capítulo 85
más. Cuando el mareo disminuyó, Verónica se levantó para irse.
Zulma, que había estado llorando al lado de Adolfo, notó que Verónica intentaba irse. De repente, se puso de pie, con los ojos enrojecidos por las lágrimas, y se precipitó hacia ella. Agarró el brazo de Verónica y, con histeria, gritó: “¿Estás satisfecha, Verónica?”
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