Capítulo 6
Las palabras insinuantes estaban llenas de un inconfundible tono ambiguo.
Verónica, siempre tan sensible, no pudo evitar que sus orejas se tiñeran de un rojo brillante. Adolfo observaba el rostro sonrojado de Verónica y en el fondo de sus ojos se agitaba una oscuridad profunda, como si alguien hubiera derramado tinta negra en ellos. Verónica, sintiéndose observada por él, apretó con fuerza sus manos y su voz se endureció, “Adolfo, ya terminamos“.
Era claro lo que implicaban sus palabras. Él había cruzado un límite.
Dicho esto, Verónica se giró de nuevo y subió las escaleras rápidamente. Adolfo, viendo la espalda de Verónica alejarse, se apoyó en el auto con una mirada oscurecida e inescrutable.
En el tercer piso, Verónica abrió la puerta de su casa y justo cuando estaba a punto de cerrarla, una mano grande la detuvo. Era Adolfo, quien la había seguido y sin darle tiempo para reaccionar, Adolfo, con un gesto firme, abrió la puerta y entró. Saco una elegante caja de regalo y dijo, “Pilar, ¿quieres ver lo que papá te trajo?”
El silencio llenó la habitación. No hubo respuesta.
Adolfo se quedó desconcertado. Cada vez que Pilar lo veía, aunque no se lanzaba a sus brazos con cariño como lo hacía Yessie, siempre corría hacia él tan pronto escuchaba su voz. Lo miraba con ojos llenos de admiración y lo llamaba suavemente “papa“.
“¿Aún no se ha despertado Pilar? Iré a despertarla“. Adolfo bajó la voz, colocó la caja de regalo sobre la mesa de centro y se dirigió hacia el dormitorio. Pero no encontró a nadie. La cama estaba tendida y Pilar no estaba ahí. Al mirar alrededor del cuarto, no encontró a nadie, solo vio en el armario medio abierto la ropa de Pilar colgada al lado de la de Verónica.
“¿Dónde está Pilar?” Adolfo salió del dormitorio y miró a Verónica quien seguía parada en la puerta.
Su mirada fija en la caja de regalo, con una expresión indescifrable. “Pilar… nunca más la verás“. La voz de Verónica era fría y ligera.
“¿A qué te refieres?” Adolfo se tensó de inmediato.
¿Verónica había escondido a Pilar? Verónica no respondió pero se acercó a la mesa de centro, tomó con manos temblorosas el vestido de princesa Elsa de la caja y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Ese era el regalo de cumpleaños que Pilar más deseaba. Él había prometido dárselo a Pilar. Pero al final, se lo había dado a Yesenia. Ahora que Yesenia lo había usado, venía a traérselo a Pilar. ¿Qué creía que era Pilar para él?
“¡Adolfo, a Pilar no le interesa!” Verónica, herida, perdió el control y lanzó el vestido y la caja como si fuera basura. La urna con las cenizas de su hija estaba en la sala. No quería que su hija viera eso.
Adolfo no pudo do vio cómo la caja caía al suelo, el vestido que había sido hecho especialmente para Pilar salió de ella y cayó justo sobre una colilla de cigarrillo que no estaba apagada, haciendo un gran agujero en el tejido.
“Verónica, ¿ya terminaste de hacer tu escena?!” La ira se acumulaba en los ojos de Adolfo y su mirada se oscurecía, cargada
de tormenta.
“Sal de aquí“. Verónica ignoró la furia de Adolfo y le ordenó que se fuera con frialdad.
Adolfo parecía más intimidante que nunca.
El ambiente estaba a punto de explotar cuando su teléfono sonó.
Era una llamada de Zulma.
Adolfo miró a Verónica y contestó el teléfono frente a ella, “Zulma“.
Su tono era suave pero su mirada hacia Verónica era fría.
Zulima preguntó con dulzura, “¿Ya recogiste a Pilar? Me acaban de llamar de Disney preguntando cuándo llegarán tú y Pilar para poder prepararse“.
“No, Pilar no está aquí“. La mirada de Adolfo permaneció sobre Verónica. Viendo que su expresión seguía siendo fríamente indiferente, sus ojos se volvieron aún más fríos, “Cancela lo de Disney, mejor iré a estar contigo y con Yessie“.