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Capítulo 52
Ella estaba parada fuera, mirando a través de la puerta de hierro hacia el interior. Adentro, dos personas acababan de regresar de una fiesta. Bajo la lluvia, Adolfo llevaba a Zulma hasta la entrada. Zulma salió de los brazos de Adolfo y, de puntillas, le quitó el agua de la lluvia de los hombros. Adolfo bajó la mirada hacia ella con una expresión tierna y llena de adoración.
Esta escena, como un balde de agua fría, cayó sobre Verónica, dejándola helada. Las escenas del pasado pasaron ante sus ojos. Recordó la falta de principios de Adolfo en su favoritismo y confianza hacia Zulma. Ahora, incluso así ella presentara evidencia frente a Adolfo, él no le creería. Y mucho menos ahora que el único testigo ya había muerto. El afirmó que Zulma había matado a Pilar pero Adolfo solo pensaría que ella estaba loca.
Verónica sonrió desoladamente, con sus ojos llenos de tristeza. Con el amor de Adolfo, en este momento no tenía manera de enfrentar a Zulma. La lluvia se hacía más intensa y Verónica, con dificultad, se giró para regresar, caminando como si hubiera perdido el alma. El camino de regreso era cada vez más difícil. Cada paso era como pisar sobre cuchillas afiladas, un dolor que perforaba el corazón.
Pilar… Al pensar en cómo su hija había muerto por culpa de Zulma, y que ahora no tenía manera de enfrentar a la asesina, la culpa y el auto–reproche la inundaron. Las lágrimas nublaban su visión. Sus pasos se volvían cada vez más pesados, y todo frente a ella se volvía más borroso.
Verónica se desplomó bajo la lluvia y al otro lado de la calle, un Maybach negro que acababa de llegar frenó de emergencia al verla. La puerta del auto se abrió, y Benito, sin preocuparse por un paraguas, cruzó rápidamente la calle hacia Verónica y el chofer lo siguió rápidamente con un paraguas. Benito llegó junto a Verónica rápidamente y rechazando la oferta del chofer de cargarla, él mismo la levantó del suelo y la llevó hacia su auto.
En el hospital, Verónica lentamente abrió los ojos, encontrándose con unos ojos profundos y preocupados. Era Benito. Él no dijo nada, pero sus ojos lo decían todo. Verónica miró a Benito, esbozó una leve sonrisa y, con voz ronca, le agradeció sinceramente: “Sr. Benito, gracias“.
Benito la miró con voz tierna, “No tienes por qué ser tan formal conmigo“. Verónica no respondió, se levantó de la cama y tomó su celular que estaba en la mesita de noche. Orlando, había sido acusado de extorsión, y después de que la policía resolviera el caso, le habían devuelto el dinero. Verónica transfirió los ochenta mil dólares de vuelta a Benito, luego se levantó de la cama y le agradeció formalmente.
“Sr. Benito, le agradezco mucho por toda la ayuda que me ha brindado“. Benito miró a la mujer frente a él, bajó la mano que había levantado y volvió a su lado. Su voz volvió a su usual frialdad y respondió brevemente, “Está bien“.
Luego, se dio vuelta y se fue. Cuando la puerta del hospital se cerró, Verónica se levantó lentamente, mirando en la dirección en la que Benito se había ido. Él era alguien que ella no podía tener. Verónica se cambió de ropa y fue a hacer los trámites para salir, pero le informaron que ya estaban hechos.
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Capítulo 52
Dejó el hospital y después de una gran tormenta, el cielo se despejó. El sol brillaba sobre ella. Levantó ligeramente la cabeza, bañándose en el sol.
El cálido brillo caía sobre ella, pero no sentía ni un poco de calor.
Apretó los puños.
Pilar, mamá no dejará impune a quien te mató.
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