Capítulo 42
¿Lemus? Era Benito.
Verónica se levantó para abrir la puerta y recibir el pedido a domicilio.
El pedido resultó ser completamente de su gusto.
El frío corazón de Verónica sintió un toque de calidez.
Sacó su teléfono con la intención de agradecerle a Benito.
Al abrirlo, recordó que no habían intercambiado números de teléfono.
Al dejar el teléfono a un lado, miró al pedido y vio una nota.
Debajo había un número de teléfono con una frase adicional: “Llámame si necesitas algo“.
Verónica no llamó.
En su lugar, envió un mensaje a Benito: “Sr. Benito, recibí el pedido, gracias“.
“Vale“.
Benito respondió con una palabra, breve pero significativa.
Verónica no quiso molestar más y dejó su teléfono a un lado para empezar a comer.
Abajo, en el auto, Benito tocó la pantalla suavemente, guardando el número.
En el hospital
Zulma estaba bien abrigada, pero sus piernas mostraban varios cortes.
Aunque no eran heridas graves, había muchos fragmentos de vidrio incrustados en las heridas, lo cual le tomó tres o cuatro horas en limpiar.
Yacía pálida en la cama del hospital y pensando en la llamada que Adolfo había hecho afuera, sus manos bajo las mantas se apretaron involuntariamente.
Verónica había estado detenida solo unas horas cuando Adolfo llamó a su asistente Joaquín para que fuera estación de policía.
“Ziiip”
El sonido de la puerta abriéndose hizo que la expresión de Zulma cambiara instantáneamente a una de piedad. Viendo a Adolfo salir después de acostar a Yesenia, comenzó a hablar con los ojos llorosos, “Adolfo, solo tengo unos pequeños cortes, no es nada serio. Verónica también ha estado detenida por unas horas, tal vez deberíamos olvidarlo. En ese momento, actué impulsivamente y por eso llamé a la policía“.
Adolfo míró a Zulma y su tono se suavizó notablemente, “Me ocuparé de esto, descansa“.
1/2
Capitulo 42
Justo entonces, su teléfono sonó.
Era una llamada de Joaquin.
Adolfo se dirigió al balcón para contestar, preguntando con voz grave: “¿Se ha calmado? Pásale el teléfono“.
En ese momento, Joaquin estaba en la puerta de la comisaría, donde había explicado su propósito hace unos minutos, que el Sr. Adolfo no tenía intención de continuar con el asunto.
Pero había llegado un poco tarde.
“Sr. Adolfo, la Srta. Verónica ya ha sido liberada bajo fianza por el Sr. Benito“.
Al escuchar el nombre de Benito,
Adolfo frunció el ceño, presagio de la tormenta que se avecinaba en sus ojos.
En Villa del Viento.
Verónica había sido mojada con agua fría mientras estaba en la estación. Aunque Benito había enviado a alguien con un secador para que se secara el cabello, su resistencia había bajado recientemente, y el frío se le había metido en el cuerpo.
No pasó mucho tiempo antes de que empezara a tener fiebre y se sintiera como si estuviera en
un horno.
El sudor empapaba su frente, frunciendo el ceño en su hermoso rostro enrojecido por la fiebre.
Verónica se sentía muy incómoda.
Entreabrió la boca.
“Uh…”
Gemidos de dolor salían continuamente de ella.
Una gran mano se posó oportunamente en su frente, y la frescura de la palma era reconfortante para Verónica en ese momento, instintivamente quizo acercarse más.
Presionó su frente contra la palma de Adolfo.
El aliento caliente que exhalaba caía sobre su mano.
Era un cosquilleo como el de una pluma rozando el corazón del hombre.
2/2