Capítulo 23
Silvia quedó atónita. Desde que era pequeña, siempre había sido el centro de átención y rara vez había escuchado palabras duras, y mucho menos había sido golpeada.
“¡Verónica, te atreves a golpearme!” Silvia, furiosa, levantó la mano para devolver el golpe. Pero apenas había levantado la mano cuando Verónica la agarró y la miró con ojos feroces, como si quisiera matarla, “Silvia, si vuelvo a escuchar alguna palabra ofensiva contra Pilar salir de tu boca, ¡te arrancaré la lengua!”
Silvia se sintió intimidada por el aura imponente de Verónica y se asustó tanto que involuntariamente dio un paso atrás. Verónica no quería quedarse ni un segundo más. El menosprecio de Silvia hacia Pilar y la indiferencia de Adolfo la habían decepcionado profundamente.
“Rrimo…” Apenas Verónica se fue, Silvia inmediatamente comenzó a llorar ante Adolfo.
Plaf!” Adolfo levantó la mano y le dio a Silvia otra bofetada.
Fue un golpe muy fuerte, Silvia tambaleó unos pasos, no pudo mantener el equilibrio y cayó al suelo.
Miró a Adolfo con incredulidad, “¿Primo, por qué me golpeas?“,
Ella había llegado a la familia Ferrer con su madre cuando tenía cuatro años. Como la familia Ferrer no tenía hijas, su tío siempre la había tratado como si fuera su hija propia. Toda la familia Ferrer la había tratado como a la princesa de la casa y aunque Adolfo, su primo, no la mimaba tanto como los demás, nunca le había levantado un dedo contra ella.
“Adolfo“. Zulma exclamó sorprendida y se apresuró a levantarse de la cama. Caminó rápidamente hacia Silvia, la ayudó a levantarse y la protegió detrás de ella. Adolfo miró fríamente a Silvia, “Pilar es mi hija, si vuelve a pasar..” No terminó la frase, pero fue suficiente para hacer que Silvia temblara.
Adolfo se fue y Silvia se quedó parada en su lugar, con lágrimas en los ojos, completamente aturdida. ¿Su primo no odiaba mucho a Verónica y a esa bastarda que tuvo con ella? ¿Por qué estaba tan enojado?
“Silvia, Pilar es la hija de Adolfo, después de todo. Cuando insultas a Pilar, ¿no es como insultar a Adolfo?” Zulma ayudó a Silvia a sentarse a un lado y dijo con un tono resignado.
Eso era cierto, pero ¿cómo podría a su primo importarle esa mujer y su bastarda?
Verónica dejó el hospital y tenía varias llamadas perdidas de Ramón en su teléfono, así como mensajes de WhatsApp, preguntando cómo estaba. Le devolvió la llamada y abló con él evitando los detalles importantes. Le dijo que no se preocupara y colgó.
El hospital estaba a casi una hora en auto de Villa del Viento. Para cuando llegó a su estación ya eran casi las diez de la noche. Verónica salió de la estación del metro, le envió un mensaje de WhatsApp a Ramón para informarle que estaba bien y luego guardó el teléfono en su bolso y se fue caminando hacia su casa.
Al pasar por una calle pequeña, de repente una mano grande cubrió su boca y la arrastró hacia el interior. Verónica cambió de expresión en un instante, “Mmm…” Luchó desesperadamente, pero el hombre era demasiado fuerte y no pudo liberarse.
Verónica rápidamente trató de calmarse y recordó el spray de pimienta que había comprado específicamente para usarlo con Adolfo hace un par de días. Lo encontró y, aprovechando que el hombre detrás de ella estaba desprevenido, le roció en los ojos.
“¡Ah!” El hombre gritó de dolor, soltando un grito desgarrador.
La mano que controlaba a Verónica se soltó quien aprovechó la oportunidad para escapar, corriendo hacia fuera. “Ayuda“. Mientras corría, gritaba pidiendo ayuda a todo pulmón.
Pero esta era una zona de edificios viejos y había muy poca gente alrededor. Nadie escuchó los gritos de auxilio de Verónica. Corrió con todas sus fuerzas y cuando ya estaba viendo la salida de la callejuela cada vez más cerca, por el pánico, torció su tobillo, tropezó y cayó al suelo.
Un dolor agudo la invadió. Se había cortado con algo su pierna, sin embargo no le importó el dolor e intentó levantarse para seguir huyendo.
“¿Quieres escapar?” De repente, alguien agarró su cabello con fuerza, y una voz siniestra resonó sobre su cabeza.
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