Capítulo 145
Verónica también sabía que no podría detener la situación por mucho tiempo, ¿cómo podría Adolfo soportar ver a la mujer que amaba siendo maltratada?
Se paró firme, observando con indiferencia cómo Adolfo caminaba decididamente hacia ellas y agarraba el brazo de Silvia, quien estaba atacando, y la jalaba con fuerza. “Silvia, ¿qué locura estás haciendo? ¡Detente!”
Pero Silvia ya estaba cegada por la ira y aun mientras Adolfo la jalonaba, seguía intentando golpear a Zulma. Cuando fueron separadas, no dejó de intentar patear a Zulma con furia.
¡Maldita, me has arruinado, te voy a matar!”
Adolfo, a pesar de su rápida intervención, no pudo evitar que Silvia le diera a Zulma varios golpes fuertes. La furia de Silvia, alimentada por el odio, le otorgaba una fuerza descomunal donde cada golpe, cada patada, llevaba más fuerza que de costumbre.
Zulma tenía las mejillas hinchadas y los labios pálidos por el dolor. Con los oídos zumbando, yacía desordenadamente sobre la mesa, sin poder levantarse por un buen rato.
Silvia fue lanzada al suelo por Adolfo y después de su explosión de fuerza, se sintió completamente débil. Sentada en el suelo, todavía miraba con rencor a Zulma, quien ahora era sostenida por Adolfo. Se apoyaba en él, a punto de llorar, mirándola. Aún con esa expresión de inocencia, como si todo el mundo le debiera algo.
Antes, Silvia se dejaba engañar por esos gestos y se compadecía de ella, la protegía. Pero al recordar el video que acababa de ver, y luego mirar a Zulma con esa cara de lástima, le parecía más falso que había. Cuanto más lo veía, más repugnante se volvía.
Los ojos de Silvia se pusieron rojos, llenos de la angustia y la ira de haber sido traicionada. Con los ojos llorosos y la voz ronca, clamó desesperada, “Zulma, ¿cómo pudiste hacerme esto?”
Sentía que toda su lealtad había sido en vano. “Todos estos años, pensé que realmente te importaba, te di todo de mí. Quería que te casaras con la familia Ferrer, que fueras mi cuñada. Te defendí a capa y espada, incluso contra Verónica. Por ti, hice tantas cosas para lastimar a Verónica, solo para defenderte y para que mi primo solo tuviera ojos para ti, para que detestara a Verónica, sabiendo que no fue ella quien lo drogó hace cinco años, no se lo dije. Dejé que mi primo malinterpretara a Verónica, que la rechazara y que la odiara“.
“¿Y tú? ¿Así me pagas? Permitiste que Esteban me arrastrara a esa habitación, que me destruyera. ¿En qué te fallé para que me trataras tan cruelmente?”
Silvía estaba verdaderamente herida por Zulma.
En su círculo, muchas chicas llevaban vidas disolutas, pero ella nunca.
Le gustaba Benito y se había guardado para él, esperando entregarsele a él. Solo Benito merecía poseerla.
Zulma conocía sus sentimientos, sabía cuánto amaba a Benito y cuánto deseaba guardar lo
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más precioso para él. Se había guardado durante veinticuatro años, pero por la indiferencia de Zulma, Esteban se lo había arrebatado.
Podía aceptar la indiferencia de los demás hacia ella. Odiaría, buscaría venganza, pero no se
sentiría herida.
Adolfo, quien sostenía a Zulma, al escuchar las palabras de Silvia, se estremeció violentamente y de repente empujó a Zulma y dio grandes pasos hacia Silvia. Extendió la mano, levantándola del suelo, con el rostro serio y los ojos profundos, la miró fijamente y preguntó con severidad: “Silvia, ¿qué quieres decir con que Verónica no me drogó?”