Capítulo 137
Durante cuatro años, entre ellos no faltaron los conflictos. Pero, no importaba cuánto la lastimara. Sonia no podía soportar la idea de separarse de Federico. Siempre, bastaba con que él la consolara un poco para que ella volviera a acercarse a él. Sus amigos la criticaban por no tener dignidad. Pero, ella simplemente no podía resistirse. Lo amaba demasiado, era un amor humillante. Un amor tan grande que ahora Federico podía llevar a otras mujeres frente a ella sin ningún remordimiento, humillándola y lastimándola sin compasión.
Estaba seguro de que ella no lo dejaría.
Verónica salía del club y tenía que pasar por la sala 888. En su camino, vio a Sonia y también vio a través de la puerta entreabierta de la sala a Federico y su nueva conquista en un acto de intimidad. Sabía que era el amigo de Adolfo y sabía que Sonia era la novia de Federico, pero eso era todo lo que sabía.
En cinco años, Adolfo nunca había llevado a Verónica a conocerlos así que Verónica no tenía la intención de interferir, pero al ver a Sonia, se vio reflejada en ella como cuando amaba Adolfo de manera humillante. Simplemente no valía la pena.
“Esos hombres, no valen la pena“.
Esa simple frase hizo que Sonia girara su cabeza hacia Verónica quien también la reconoció. Cuando estaba detrás de Federico, a veces él estaba con Adolfo y ella veía a Verónica, siempre a su alrededor, al igual que ella con Federico.
“Sí, ¡no valen la pena!” Sonia murmuró suavemente.
“Es hora de cortar el pastel“.
Federico se alejó lentamente, pero su mano no se movió de la cintura de su nueva conquista y con una mirada coqueta, volvió su atención a Sonia. Sonia esbozó una sonrisa forzada.
Federico decía que solo amaba el pastel que ella hacía y cada año, ella se esforzaba al máximo para prepararle un pastel de cumpleaños. Mirando el pastel en sus manos, Sonia no entró, sino que llamó a un camarero cercano y le dijo: “Dáselo a los perros“.
Esa frase hizo que la sala quedara en un silencio sepulcral.
Federico la miró fijamente con frialdad.
Sonia no lo miró más y se fue.
Ya no podía controlar sus emociones. ¿Cómo no le iba a doler? Lo había amado mucho tiempo y la escena que acababa de presenciar le rompía el corazón. Sonia le dio una sonrisa forzada a Verónica y se fue rápido. En la esquina, apoyada contra la pared, sus ojos se enrojecían cada
vez más.
Cuando la puerta de la sala se cerró, Adolfo vio a Verónica pasar, se levantó y la siguió rápidamente hacia afuera.
Capítulo 137
“Adolfo, ¿a dónde vas? ¡Zulma llegará en un momento!”
Adolfo no respondió y salió de la sala, persiguiendo a Verónica hasta llevarla a una sala vacía.
Sonia se fue y la sala rápidamente recuperó su ambiente festivo.
“Señor Federico, ¿parece que Sonia realmente se enojó?”
Federico se mantuvo indiferente. Sacó un cigarrillo de su paquete y la mujer a su lado inmediatamente se lo encendió. Soltó una risa burlona, “En media hora, volverá arrastrándose“. Sonia lo amaba mucho, era solo un pequeño berrinche y si él no le prestaba atención, ella volvería a su lado a complacerlo.
“¡Suéltame!” Verónica le dio una patada en la pierna a Adolfo pero a Adolfo pareció no importarle el dolor y la presionó contra la puerta de la sala mientras preguntaba con voz fría: “Verónica, ¿dónde has escondido a Pilar?”
Había enviado a Joaquín a buscarla, pero había sido imposible encontrar el paradero de Pilar. Alguien estaba ayudando a Verónica a ocultar a Pilar. En Colina Verde, el único con ese poder era Benito.
Pensando en Benito, los ojos de Adolfo se oscurecieron aún más.
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