Capítulo 133
“La actuación debe ser completa, no te preocupes por eso“. Benito sonrió.
Al escucharlo decir eso, Verónica se sintió mucho más tranquila.
“Benito, ¿podrías llevarme primero al restaurante de anoche? Dejé mi bolso allí“.
Al oír su nombre, los ojos de Benito brillaron con cierta chispa.
“Anoche pasé a recogerlo, está en el asiento trasero“.
Verónica giró la cabeza, vio su bolso en el asiento trasero y lo tomó.
“Gracias“.
Ella sacó su teléfono del bolso, el cual estaba apagado.
Benito tomó el teléfono con tranquilidad y comenzó a cargarlo.
“Gracias” Dijo Verónica.
Benito miró a Verónica con resignación, “Una novia no necesita ser tan formal con su novio“.
Verónica sintió un calor repentino en sus orejas.
Ella, de hecho, nunca había tenido una relación amorosa.
Desde que comenzaron a aflorar sus sentimientos, se había fijado en Adolfo, con todos sus pensamientos y ojos puestos en él.
No era que nadie la hubiera conquistado, sino que ella no podía ver a nadie más.
Luego, él estuvo con Zulma hasta que un accidente hace cinco años los unió.
Su relación era puramente física…
“Está bien“.
Verónica aceptó y el auto arrancó.
Recordando las noticias que había visto esa mañana en la sala, Verónica se giró hacia Benito y dijo: “Vi las noticias sobre Esteban hoy, muchas gracias. Ese agradecimiento sí que lo aceptaré, no solo fue por mí, sino también por esas muchachas que fueron víctimas“.
Ella lo sabía muy bien. Antes, cuando habían sido acosadas por Esteban, no se atrevieron a señalarlo, no porque no quisieran. Sino porque el poder las oprimía.
Esteban era parte de la familia Lemus y con ese apellido, podía hacer lo que quisiera con la gente común.
Si no hubiera sido por Benito, esas chicas no se hubieran atrevido a hablar.
Benito se sorprendió por un momento.
1/3
Capitulo 133
Enviar a Esteban a la estación de policía, así como encontrar a esas víctimas en un tiempo tan corto y convencerlas de señalar a Esteban, no había sido él.
Aunque no investigó, en Colina Verde, además de él, la única persona que podría lograrlo tan rápidamente era Adolfo. Así que su actitud hacia Verónica, no era tan indiferente como parecía.
Verónica lo malinterpretó, lo cual le era favorable para él, pero…
“Este asunto…”
Benito solo dudó por un momento antes de decidir contarle la verdad a Verónica y justo cuando estaba a punto de hablar, su teléfono sonó.
Era su tío, el padre de Esteban.
La noche anterior lo habían buscado diciéndole que solo tenían a Esteban como único descendiente, Esteban no podía tener problemas y le pidieron que interviniera para liberar a Esteban.
Él no tomó una posición inmediata en ese momento, solo les pidió que se fueran y esta mañana, cuando todo se resolvió, ya no podían hacer nada.
Sin evitarlo, contestó la llamada.
“Benito, ahora eres todo un figura, nos rogaste anoche que mantuviéramos esto en secreto, ¿y qué pasó? Con lo que has hecho, ¡has arruinado la vida de Esteban! A pesar de todo, él es tu primo, tú…”
“Se lo merece“.
La voz de Benito se volvió fría de repente.
Aunque Adolfo no hubiera actuado, él no habría perdonado a Esteban de todos modos.
La familia Lemus no toleraría a este tipo de personas.
Esa frase dejó claro que no había vuelta atrás, enfureciendo tanto al otro lado que colgaron el teléfono.
Benito estaba a punto de continuar el tema anterior cuando el teléfono de Verónica, que acaba de conectar, se encendió automáticamente.
Tan pronto como se encendió, comenzó a vibrar con muchos mensajes entrantes.
Verónica se inclinó inmediatamente para silenciarlo y vio las notificaciones de llamadas perdidas en la pantalla.
Entre ellas, varias eran de alguien llamado Pablo.
Al ver a Pablo, la expresión de Verónica se endureció y sin preocuparse por seguir cargando, tomó el teléfono de inmediato.
Pablo era un detective privado que había contratado.
213
Capitulo 133
La última vez que reveló el escándalo de Zulma frente a Adolfo, Adolfo le había dado
doscientos mil dólares para callarla y con ese dinero había contratado a un detective privado para que vigilara a Zulma.
Frente a Benito, Verónica no devolvió la llamada pero al ver que ya habían salido de la zona privada y no muy lejos había una boca de metro, Verónica le dijo a Benito: “Sr. Benito, por favor deténgase en la entrada del metro adelante. Iré en metro“.
Benito la miró profundamente.
No corrigió el hecho de que ella lo llamara señor ni la formalidad de su tono; era evidente que su mente estaba en otro lado.
Viendo que ella quería evitarlo, Benito no preguntó más y se detuvo al lado de la carretera como ella lo había pedido.
Después de agradecerle, Verónica abrió la puerta del auto y bajó.
Encontró un lugar tranquilo y devolvió la llamada.