Capítulo 117
¿Alguna vez había pensado en lo que podría pasar si las cosas salían mal? ¿Y si ella realmente sufría un accidente? ¿O era que realmente no le importaba?
La mente de Verónica estaba nublada por los efectos de la droga, y había perdido la capacidad de ocultar sus pensamientos. Con una voz quebrada, confrontó a Adolfo: “¿Así que, porque no te hice caso y vine a esta cita a ciegas, simplemente te quedaste mirando cómo él me drogaba y me hacía daño? ¿Es esta tu forma de enseñarme una lección por no obedecerte?“.
Adolfo no lo negó.
Eso fue una admisión tácita de su parte.
Verónica sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Con todas sus fuerzas, empujó a Adolfo lejos de ella y se apoyó en la pared.
Adolfo intentó traerla de vuelta a sus brazos para llevarla lejos, pero entonces las puertas del
ascensor se abrieron de nuevo.
Una figura alta y elegante apareció en el pasillo: era Benito Lemus.
El hombre, alto y de largas piernas, se apresuró hacia Verónica. “Señorita Verónica, ¿estás
bien?“.
Desde su último encuentro en el hospital, cuando Verónica le había aclarado las cosas, no se habían vuelto a ver. Pertenecían a mundos diferentes y no era fácil encontrarse.
Al ver a Benito, la conciencia de Verónica, aunque borrosa, no le permitió preguntarse por qué
estaba allí.
Como si leyera su mente, Benito, con una voz suave, explicó: “La abuela Ferrer me había elegido para que tuviera una cita a ciegas contigo, lamento no haber llegado a tiempo a
nuestra cita“.
Al escuchar que Benito era la persona que la abuela Ferrer había elegido para ella, Verónica agarró su brazo. Sus ojos estaban desenfocados, pero se esforzaba por mantenerse consciente. “Llévame contigo“.
Benito no dudó y de inmediato la levantó en brazos.
Justo cuando estaban a punto de irse, Adolfo apareció rápidamente frente a Benito.
“Señor Benito, ¿a dónde planea llevar a mi mujer?“. Adolfo enfatizó las palabras “mi mujer“.
Su mirada era afilada, como un cuchillo apuntando a las manos de Benito que sostenían a Verónica.
Benito miró a Adolfo un instante, pero a diferencia de la última vez en el restaurante, no la soltó. Miró a Verónica, respetando su voluntad, y preguntó: “Señorita Verónica, ¿con quién quieres ir?“.
16:25
F
Capitulo 117
Ese día, él era quien debía encontrarse con Verónica. Si la abuela Ferrer estaba organizando citas para Verónica, eso significaba que su relación con Adolfo debía haber terminado.
“Contigo! Llévame contigo….
Verónica no dudó en responder, sin siquiera querer mirar a Adolfo.
Las palabras de Verónica envolvieron a Adolfo en una oscuridad fria, mirándola con ojos helados.
A pesar de estar drogada, se atrevía a irse con Benito.
“Adolfo, me siento mal‘.
Justo cuando él estaba a punto de seguirla, Zulma salió de una de las habitaciones, agarró su brazo, su cuerpo temblaba, parecia a punto de desmayarse.
Al ver que Benito la llevaba en el ascensor, Verónica comprendió por qué Adolfo estaba en ese
piso.
Originalmente, había ido a una habitación con Zulma.
Las puertas del ascensof se cettaton frente a Adolfo y comenzaron a descender.
“Si te sientes mal, regresa a la habitación a descansar.
Adolfo no miró ni una vez a Zulma, simplemente la soltó.
Impaciente por esperar el ascensor de nuevo, se dirigió hacia la salida de emergencia, bajando
los escalones de dos en dos.
No podía permitir que Benito se la llevara.
“Adolfo…“.
El cuerpo de Zulma se tambaleô y cayo al suelo al momento en que Adolfo abría la puerta.
Esa táctica siempre habia funcionado con Adolfo. Pero esta vez, él la dejó sin dudarlo y se fue.
La puerta de la escalera de emergencia se cerró con un golpe. Ese sonido golpeó el corazón de Zulma con fuerza.