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Capítulo 1166
Dionisio se quito el saco y lo envolvió en su mano antes de apartar los pedazos de vidrio, empujándolos hacia un lado. Después, colocó la tela sobre el marco chueco de la ventana.
-Saca la mano, rápido.
El pequeño, con el rostro desencajado de miedo, sacó la mano con toda la rapidez que pudo.
Dionisio jalo con fuerza y logró sacar al niño del carro
Rosana, que estaba observando todo desde cerca, se quedó pasmada. De golpe le vinieron a la mente recuerdos de su infancia, cuando tuvo aquel accidente automovilístico, Dionisio también la había rescatado de esa manera. Solo que, en aquel entonces, él había roto el vidrio a mano limpia, sin preocuparse por protegerse con ropa.
En ese momento, Dionisio la miró fijamente.
–Llévate al niño y alejate de aquí.
Rosana ayudó al pequeño a ponerse de pie. Fue entonces cuando percibió un olor penetrante y desagradable. Su expresión cambió de inmediato.
¿Era olor a gasolina?
El pánico se apoderó de ella. Se quedó mirando el carro volcado, con el corazón latiéndole a mil. ¿Acaso estaba a punto de
so estaba a punto explotar?
Miró a Dionisio, que se dirigía sin dudar hacia el vehículo, y sintió que se le encogía el pecho.
Gritó con desesperación:
-¡Dionisio, regresa!
¡Podía pasarle algo!
Pero Dionisio ni siquiera volteó a verla. Rosana, sin pensarlo, intentó correr tras él.
-Señorita, no vaya.
El niño, todavía temblando de miedo, la sujetó del brazo.
-Tenemos que buscar un extintor.
Ese instante de vacilación fue suficiente. Cuando Rosana volvió a mirar, Dionisio ya estaba rodeado de varias personas,
entre todos intentando levantar el carro.
El corazón se le subió a la garganta. Se agachó hacia el niño y le habló con voz suave:
-Quédate aquí, no te muevas, ¿ok?
Rosana salió disparada en busca del chofer de Dionisio. Se preguntó si un carro tan lujoso tendría un extintor. Por suerte, si había uno.
Sin perder más tiempo, lo tomó y corrió de regreso. La escena ya había cambiado: el carro volcado estaba levantado y Estefanía, cubierta de polvo y con la ropa hecha trizas, salía a gatas del interior. El chofer, en cambio, había perdido el conocimiento y yacía con heridas graves.
Rosana se acercó a Dionisio, sosteniendo el extintor.
-Aquí tienes, es un extintor.
Notó que Dionisio olía fuertísimo a gasolina, igual que su ropa, empapada y manchada.
Dionisio le quitó el extintor de las manos.
-¿No te pedí que te alejaras y esperes afuera? Esta vez no va a explotar.
Rosana, con los ojos enrojecidos, le contestó:
-Tú no tienes poderes mágicos, ¿cómo puedes estar seguro de que no explotará? Mis papás murieron en un accidente así. ¿No lo recuerdas?
Los accidentes siempre llegan sin avisar, pensó. Pase lo que pase, nadie puede pelearle al destino.
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Capitulo 1166
Dionisio quiso limpiar las lágrimas de Rosana, pero sus manos estaban tan sucias que lo único que hizo fue rozarle la mejilla con el dorso.
Susurró para tranquilizarla.
-No me pasó nada, te lo prometo. Voy a tener mucho cuidado.
-Pero tienes la mano lastimada.
Rosana se fijó que Dionisio sangraba por la mano, claramente habia sido cortado per fos vidrios. Lo tomó de la mano con el mayor cuidado.
-Tienes que ir al hospital, mira cómo tienes la herida.
Dionisio medio sonrió, resignado:
-Está bien, vamos.
Nadie se habría imaginado que justo en el camino les tocaria presenciar un accidente así.
Estefanía, con la cara llena de sangre y cojeando, se acercó junto al niño que la ayudaba a sostenerse del brazo
-Srta. Lines, Sr. Jurado, gracias por salvarnos hace rato.
Rosana no esperaba encontrarse con Estefanía en ese lugar. Recordó cómo, hace unos minutos, Estefanía se lanzó sin dudar a salvar al niño. Aquella imagen le movió algo dentro.
Además, jamás habria pensado que ese pequeño camión que esquivaron terminara estampándose contra el carro de Estefanía.
Al mirarla de frente, notó lo mucho que se parecía a Leonor. Eso la dejó sin palabras, sin saber qué sentir en ese momento. -No hay de qué. Ustedes también están bastante heridos, vayan al hospital cuanto antes.
Dicho esto, Rosana jaló a Dionisio de la mano:
-Vámonos también, hay que limpiar bien tu herida.
Dionisio no se resistió, simplemente la siguió dócilmente.
Justo antes de irse, volteó a ver de reojo a Estefanía y al niño. Se le notó pensativo, como si se le hubiera metido una duda en la cabeza.
¿De verdad era pura casualidad todo esto…?