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Capítulo 1165
Capítulo 1165
Rosana miró a Dionisio, y en ese momento su meta final era la empresa PZ.
La mayor estafa que conoció en su vida pasada.
Dionisio asintió con la cabeza.
-Descubrí una pista, resulta que ese Francisco no es el jefe. Detrás de él hay alguien más manejando todo.
-Era de esperarse. Una organización de estafadores tan grande, seguro que es todo un equipo el que mueve los hilos.
No era algo que pudiera montar una sola persona.
Rosana se incorporó en la cama.
-Bueno, vámonos de una vez.
Dionisio la miró con atención.
-¿Estás segura de que te sientes bien para salir?
Rosana sintió cómo se le calentaban las mejillas.
-¿Cómo es que no me dijiste antes lo importante que era esto?
-Pues es que en la mañana, tú fuiste la que me abrazó primero y después dijiste esas cosas… ¿tú crees que soy de piedra?
Dionisio se acercó para besarla, pero Rosana se le escapó y salió corriendo.
Mientras caminaba rumbo al baño, Rosana se detuvo un instante, respiró hondo y con el rostro encendido entró a la ducha. Dionisio, por su parte, marcó a Óscar para devolverle la llamada.
-Llegaremos un poco más tarde, empiecen la reunión sin nosotros.
-Está bien, los esperamos.
Después de colgar, Dionisio se acercó a la ventana. Afuera, la nieve lo cubría todo, formando un paisaje blanco que parecía sacado de un cuento. Por primera vez, pensó que un día de nevada podía ser hermoso.
Rosana y Dionisio salieron juntos y se dirigieron directamente al sitio donde se verían con los demás.
Rosana miró de reojo a Dionisio y le soltó en voz baja:
-Seguro que ya todos se enteraron de lo que pasó entre nosotros.
-No te preocupes, no son tan imprudentes como para andar de metiches.
Dionisio intentó tomarle la mano, pero Rosana se la quitó con disimulo.
Entre más lo pensaba Rosana, más incómoda se sentía. Le daba pena que los demás notaran algo.
Se giró y se quedó mirando el paisaje nevado por la ventana. Los carros en la calle avanzaban con lentitud, probablemente por miedo a que el pavimento resbalara.
En un semáforo, cuando apenas el carro se detuvo, de pronto una camioneta pequeña perdió el control, patinando directo
hacia ellos.
Al ver la escena, para Rosana todo a su alrededor se congeló.
¿Otra vez un accidente?
Pero en el último segundo, el conductor pisó el acelerador y el carro de ellos avanzó lo suficiente como para esquivar la
camioneta.
Sin embargo, no alcanzaron a evitar chocar contra otro carro que estaba delante.
En los oídos de Rosana resonó el estruendo del choque y el rechinido de frenos por todas partes.
Todavía con el corazón latiendo a mil, miró a Dionisio.
-Por poco y no la contamos…
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Capitulo 1105
La escena de hace un momento era idéntica a la que recordaba del accidente de sus padres.
Dionisio la abrazó.
-Ya pasó, seguro fue por el hielo en el camino.
Rosana asintió. Al mirar por la ventana, vio que la camioneta se había volcado y en el suelo se distinguían manchas de sangre.
-No mires eso.
Dionisio le tapó los ojos con una mano y le habló en voz baja.
-Vámonos bajando, deja que el chofer se encargue del accidente.
Rosana volvió a asentir, todavía aturdida. Por un momento, su mente se quedó en blanco, incapaz de pensar en nada.
Cuando abrieron la puerta del carro, el viento helado les dio de lleno.
Rosana estornudo, pero se sintió agradecida de tener a Dionisio a su lado.
Ya en la banqueta, miraron hacia adelante y vieron el caos de varios carros chocados sobre el puente. Rosana sintió un escalofrio de solo pensar lo cerca que había estado del desastre.
-¡Ayúdenme, por favor! ¡Salven a mi hijo!
Rosana escuchó una voz desesperada y, al buscar con la mirada, vio a una mujer atrapada en su carro, estirando la mano pidiendo auxilio. Pero todos los demás estaban ocupados, cada quien lidiando con su propio accidente.
Sin dudarlo, Rosana y Dionisio corrieron hacia allá.
Cuando Rosana pudo ver la cara de la mujer, se quedó de piedra: era Estefanía Iglesias, la madrastra de Sara, con la cara llena de sangre, mirándola con angustia.
Al acercarse, Estefanía empujó a un niño hacia ellos.
-¡Primero salven a mi hijo!
Rosana vio que el niño, de unos ocho o nueve años, también estaba herido.
Dionisio se acercó y le dijo a Rosana:
-Aléjate un poco, yo me encargo.
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