Capítulo 1133
Dionisio escuchó a Rosana hasta que terminó de hablar y dejó escapar una leve sonrisa.
Rosana, con algo de nerviosismo, preguntó:
-¿Y entonces, ‘qué te parece?
-Hace rato estuvimos platicando de varias formas para enfrentar la situación, y entre ellas también consideramos la que mencionaste. Ya veremos si elegimos la opción más segura o nos vamos por lo que tú propones.
Rosana tosió un poco, intentando disimular su inquietud.
-Tienes razón, ustedes tienen un equipo profesional, seguro saben bien cómo manejarlo.
Dionisio apretó su mano con suavidad.
-No tienes por qué sentirte incómoda. Mira, es normal que no hayas pasado por algo así antes, pero el hecho de que te pongas a pensar en soluciones ya dice mucho de ti.
El tono cariñoso de Dionisio logró que Rosana se sintiera aún más apenada.
Después de todo, ella llevaba dos vidas a cuestas.
Solo que, en su vida pasada, siempre había trabajado para que otros cosecharan los frutos de su esfuerzo, y nunca tuvo la oportunidad de involucrarse en temas de negocios o estrategias empresariales.
En ese sentido, era una completa inexperta.
Rosana revisó la hora en su celular y comentó:
-Bueno, entonces me quedo aquí en la empresa contigo a hacer horas extra.
-No hace falta -replicó Dionisio con una sonrisa-. Sé que quieres estar conmigo, pero en este momento lo que más necesito es que regreses a la universidad y descanses bien. Más adelante voy a necesitar tu apoyo en otras cosas, pero por ahora, aún no.
Rosana asintió, resignada.
-Está bien, entonces me voy de regreso.
El hombre la tomó de la mano, y aunque no quería soltarla, terminó por dejar que se fuera, con cierta tristeza en la mirada. En el fondo, deseaba que Rosana pudiera estar siempre a su lado.
Pero si había gente empeñada en meterse donde no la llamaban, entonces no tendría piedad.
Rosana dudó un momento y luego dijo:
-Oye, la empresa PZ anda rara. Si tienes tratos con la familia Jurado y ellos están relacionados con PZ, mi consejo es que te alejes cuanto antes.
Dionisio entornó los ojos, analizando sus palabras.
1/3
Capitulo 1133
-¿Por qué lo dices?
-Es complicado de explicar en pocas palabras, pero si esa mujer y Keira ya se metieron con PZ, tarde o temprano nos va a tocar enfrentarnos a esa empresa.
-Tienes razón reconoció Dionisio-. Cuando esto termine, me voy a encargar de cortar esos
lazos poco a poco.
Rosana se sintió aliviada. En su vida pasada, la empresa PZ había estafado a muchas compañías, llevándose un dineral y desapareciendo sin dejar rastro. Varias empresas terminaron en la ruina, y otras salieron bastante golpeadas.
Hasta recordaba que el Grupo Jurado también había sido víctima de esa trampa.
Dionisio acompañó a Rosana hasta el ascensor, mirándola de una manera tan intensa que le costaba despedirse.
Rosana se sonrojó.
-Ya, con que me dejes aquí está bien, puedo regresar sola.
-Prefiero llevarte hasta tu carro. Afuera de la empresa siempre hay reporteros esperando, y si
sales sola, seguro te rodean.
La puerta del ascensor se abrió y Dionisio entró con ella.
Rosana intentó soltarle la mano, pero él no la dejó ir. Su mirada ardía de emoción cada vez que
la veía.
-Rosita, ya no hay razón para esconder lo nuestro. Esta vez no te voy a dejar sin un título
oficial.
Rosana sentía cómo el calor de su mano la envolvía, transmitiéndole una seguridad que la tranquilizaba.
Llegaron al estacionamiento en un suspiro.
Ella notó un carro estacionado justo a la salida del ascensor, como si hubiera estado esperando todo el tiempo.
Antes de subir, Rosana se giró de pronto, abrazó a Dionisio y, poniéndose de puntitas, le plantó un beso fugaz.
Su plan era huir después del beso, pero Dionisio le sujetó la muñeca antes de que pudiera escapar.
La arrinconó suavemente contra la puerta del carro, puso una mano detrás de su cabeza y. bajando la cabeza, la besó con intensidad.
Rosana, nerviosa, trató de apartarlo un poco.
-Ya basta, nos están viendo.
Solo entonces Dionisio la soltó. Le limpió la comisura de los labios con el pulgar.
213
Capitulo 1133
-Anda, sube ya al carro.
Si seguían así, no la iba a dejar ir.
Rosana, todavía con las mejillas encendidas, se metió al carro. Antes de cerrar la puerta, miró hacia atrás y vio a Dionisio parado afuera, alto y firme, como un guardián.
Sintió que, sin importar lo que ocurriera, mientras él estuviera a su lado, siempre habría una
salida.
Rosana regresó directamente a la residencia de la universidad.
Al entrar en su habitación, se encontró con Sara y Marina.
Marina fue la primera en hablar, con tono burlón:
-A ver, cuéntanos, ¿cómo te fue en tu viaje al pueblo? ¿A poco no regresaste con el corazón más contento?
Rosana sintió cómo le subía la temperatura al rostro.
3/2