Capítulo 1127
Cuando Rosana escuchó lo que dijo Román, se quedó sorprendida y preguntó:
-¿Estás seguro de que no son cenizas de una persona?
Benito, visiblemente molesto, intervino de inmediato:
-¿Acaso quieres decir que esa maldita de Leonor sigue viva?
Gerardo continuó con expresión seria:
-Eso no está claro. Es muy posible que las cenizas que trajeron ni siquiera sean de Leonor. Esa persona no es tan ingenua, sabiendo que queremos deshacernos de las cenizas, no pondría el cuerpo en nuestras manos así de fácil.
Rosana asintió, dándose cuenta de que pensaba igual que Gerardo.
El enemigo, en efecto, no era tan torpe. Si fuera tan ingenuo, no habría logrado ocultarse durante tantos años sin ser descubierto.
Observó cómo las cenizas estaban regadas por todo el piso y chasqueó la lengua, fastidiada:
-¿Entonces caímos en su trampa? ¿Ahora todos se estarán burlando de nosotros?
Román se levantó con calma:
-Da igual. Eso solo significa que ella también sabe usar este tipo de trucos.
Gerardo soltó una carcajada despectiva:
-Sí, solo es una cobarde que se esconde en su caparazón.
Rosana asintió:
-Así es. Solo los que no tienen agallas ni poder andan jugando a los fantasmas y probando suerte con estos jueguitos.
Levantó la mirada de nuevo hacia la pantalla de vigilancia, sus ojos reflejaban pura dureza.
Al otro lado de la cámara, por supuesto, alguien seguía cada uno de sus movimientos.
Una mujer, sentada cómodamente en un sofá, arrojó la tablet a un lado y tomó su taza de café, bebiendo con tranquilidad.
Un hombre que estaba de pie a su lado no pudo ocultar su enojo:
-Señora, ¿de verdad va a dejar que lo sigan provocando así? ¡Se atrevieron a hacerle eso a las cenizas de la señorita!
-Ni siquiera son las verdaderas, ¿para qué te pones así? -respondió la mujer, sin inmutarse.
-Es que no lo soporto, si no fuera porque la familia Jurado los respalda, usted podría deshacerse de ellos con solo mover un dedo.
La mujer dejó la taza sobre la mesa:
-Ahí es donde te falta experiencia. Hay veces que una mujer conquista a los hombres para conseguir lo que quiere. Por ahora no conviene mover las piezas, podría arruinar mis planes.
-¿Entonces simplemente los va a dejar salirse con la suya?
-Claro que no. Esa chica anda muy creída últimamente, pero no hace falta hacerle daño de inmediato. Hay muchas maneras de hacer que alguien sufra. Y si tiene algún punto débil, será fácil encontrar la forma.
La mujer esbozó una sonrisa torcida, con un brillo astuto en los ojos:
-Haz exactamente lo que te dije antes.
En el crematorio, después de que se llevaron al abogado, el ambiente cambió por completo.
Todos los hermanos de la familia Lines dirigieron la mirada a Rosana.
Benito, con la cara llena de conflicto, fue el primero en hablarle:
1/2
15:39
-Lo que pasó antes fue mi culpa.
-Detente ahí, -lo cortó Rosana sin dudar-. Hoy no vine a escuchar tus disculpas ni tus rollos.
No tenía el más mínimo interés en aceptar las palabras de Benito. Después de todo, nunca olvidaría cómo él defendía a Leonor. Ahora que sabía que el hijo que Leonor esperaba no era suyo, ¿ya se arrepentía?
¿Y eso qué tenía que ver con ella?
Benito se quedó congelado, y su expresión se volvió aún más apagada. Sabía que Rosana jamás lo perdonaría, pero no esperaba que ni siquiera lo dejara terminar.
Rosana volvió la mirada hacia Julio:
-Me llevo a este abogado.
-No se puede, -intervino Alonso, tajante. Rosana, nosotros lo capturamos, y vamos a sacarle la verdad sobre esa mujer que está detrás de todo. Cuando sepamos algo, te lo diremos.
Rosana lo miró con frialdad:
-¿De verdad crees que si ustedes lo interrogan, van a lograr sacarle algo? Está clarísimo que esa mujer no le tiene ningún respeto a la familia Lines. Siempre le ha tenido miedo a Dionisio.
Rosana no era ninguna ingenua; entendía perfectamente por qué esa mujer nunca daba la cara.
La posición y el poder de Dionisio eran suficientes para aplastar a cualquiera.
Quizás la mamá de Leonor, después de tantos años, había logrado limpiar su imagen y vivir bien, pero jamás podría superar la influencia y el estatus de la familia Jurado.
Alonso bajó la mirada, sintiéndose derrotado:
-¿Cómo sabes que no podemos? Ni siquiera me dejas intentarlo.