Capítulo 1113
Rosana miraba al hombre frente a ella, sintiendo cómo su corazón latía cada vez más rápido.
La verdad es que siempre le había gustado, eso jamás cambió.
En especial desde que supo que en su vida pasada Dionisio también había sido tan bueno con ella. En ese entonces, ella también tuvo la oportunidad de alejarse de la familia Lines, de romper esas cadenas… Pero fue su falta de valor lo que la detuvo.
Solo este hombre, Dionisio, había sido bueno con ella en ambas vidas.
Aquel accidente de carro… él fue quien la rescató.
Rosana lo quería de verdad.
Estaban tan cerca el uno del otro que el ambiente entre ambos cambió en un instante.
Dionisio giró la cabeza para mirar hacia afuera.
-Parece que ya se fueron.
Rosana, sin pensarlo, se puso de puntitas y le dio un beso a Dionisio. Ese impulso era tan fuerte en ese momento que simplemente no pudo evitarlo.
Dionisio se quedó completamente pasmado, mirándola como si no pudiera creer lo que acababa de pasar.
La noche anterior, Rosana había estado borracha y él no le dio importancia, pero ahora… ella lo había besado por su propia cuenta. ¿Eso quería decir que por fin lo aceptaba?
Sintió la garganta seca y, sin soltarla, la atrapó entre sus brazos.
Se inclinó para susurrarle en voz baja:
-Rosita, si ya me besaste, te toca hacerte responsable.
-¿Y si solo quiero besarte y no hacerme responsable de nada?
Apenas terminó de hablar, Dionisio le apretó la cintura con más fuerza.
-No acepto eso. Delante de mis papás ya prometí que siempre iba a cuidar de ti. Así que si ahora te quieres hacer la desentendida, voy a ir a quejarme con ellos.
Rosana soltó una risa y lo miró con picardía.
Levantó la vista y se encontró con la mirada de Dionisio.
-Antes, por las mentiras que me dijiste, hasta terminé cortando contigo.
-Sí, lo sé–respondió él, tranquilo.
-Y te lo dije varias veces, lo de terminar. ¿Nunca te molestó eso?
Rosana pensó en todo eso. En realidad, en temas de amor era bastante sensible, le costaba confiar.
Por eso, cuando pasaron las cosas con Dionisio, su actitud fue tan cambiante y contradictoria.
Dionísio le pellizcó la mejilla con suavidad.
-Ya lo sabes, entonces. Así que tu castigo es que de ahora en adelante no puedes hablar de terminar nunca más. Rosana se cubrió la cara con las manos, pero al levantar la vista, lo vio acercarse y darle un besito en la comisura de los labios. Luego la besó, esta vez más intenso.
Rosana bajó las manos, se puso de puntitas y se entregó al beso.
Sentía que, en esta vida, por fin las cosas le iban bien. No lo había dejado escapar.
Se abrazaron, y el sol empezó a colarse por la ventana, bañando sus figuras, y hasta la mesa de la enfermería terminó cubierta por la sombra de ambos.
-¿Quién está ahí?
1/2
Capítulo 1113
De pronto, una voz los interrumpió. Dionisio tomó la mano de Rosana y salieron corriendo.
Escaparon de la escuela antes que nadie, los dos jadeando como si acabaran de correr una maratón.
Rosana soltó una carcajada.
-¿Y si nos hubieran atrapado?
-No pasaba nada. Al menos tú eres la mejor alumna de la generación pasada, tu foto sigue en el mural de honor. Si alguien más vuelve, seguro le dicen algo, pero a ti nadie te dice nada.
Fue entonces que Rosana recordó que todavía era medio famosa en la escuela.
Se irguió con actitud.
-¿¿Así que te estás colgando de mi fama?
Dionisio se acercó y le dio otro beso rápido.
-Después te llevo a varios lugares para que recordemos viejos tiempos.
-Va, me late.
Rosana y Dionisio caminaron tomados de la mano, con sus sombras entrelazándose bajo la luz del sol.
No muy lejos, dentro de un carro estacionado, alguien los miraba con una mirada dura y siniestra, siguiendo sus pasos.
Rosana de pronto sintió una incomodidad extraña, así que se giró para mirar hacia atrás.
Pero la calle estaba llena de gente, varios carros estacionados, y esa sensación desagradable desapareció tan rápido como había llegado. Todo parecía tranquilo y en paz.
Dionisio notó su reacción y la miró.
-¿Qué pasa?
-Nada, creo que fue solo mi imaginación.
Rosana negó con la cabeza, levantó la vista y le regaló una sonrisa a Dionisio.
Quizá ya no tenía por qué estar tan a la defensiva.
Fueron juntos a cenar, buscando uno de esos restaurantes a los que ella solía ir hace tiempo. El sabor de la comida le supo igual que en sus recuerdos, auténtico y reconfortante.
L

