Capítulo 1104
Marina fue la primera en hablar:
-¿Cómo crees? Este regalo fue elegido por las chicas del dormitorio de nuestra escuela. Es para felicitarte.
Sara agregó con un tono tranquilo:
-Ya todos se enteraron de lo que pasó en tu familia. Después de que vi lo de Leonor, de inmediato organicé todo para que la verdad saliera a la luz. Tú has ayudado a tantas personas en el dormitorio, todos saben que eres una persona íntegra, así que lo de la muerte de Leonor se aclaró rapidísimo.
-Así es, con ese texto de Sara explicando todo, ya nadie duda de lo que realmente pasó.
Rosana sonrió mientras miraba a Sara:
Gracias, de verdad.
-No tienes nada que agradecer, de todos modos, todo esto ya quedó atrás. Ahora, lo que te espera es un camino despejado.
Rosana se acomodó en la mesa, cerró los ojos y pidió un deseo frente al pastel.
En el fondo, lo único que quería era empezar una vida nueva.
Sacó el celular y se tomó un montón de fotos, se sirvió otra copa de vino tinto y subió una historia a sus redes.
Sara revisó la hora y comentó:
-Bueno, ahora descansa tranquila, Rosana. Nosotras regresamos a la universidad.
Marina parecía querer decir algo más, pero Sara la tomó del brazo y la jaló suavemente.
Rosana, con la cabeza un poco mareada por el vino, se despidió de sus amigas mientras las veía salir del departamento.
Afuera, junto al elevador, Marina murmuró:
-¿Y ya? ¿Así nada más nos vamos?
Sara soltó una tos y le contestó en voz baja:
-En estos momentos hay que dejarla sola, darle su espacio. No hay que estar aquí de metiches.
-¿Crees que Dionisio venga?
-No estoy segura, sólo escuché que alguien lo mencionó.
Javier, que esperaba con ellas el elevador, se limitó a presionar el botón sin decir nada, su expresión imperturbable.
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Dentro del departamento, Rosana se quedó sola.
Tomó el celular y subió una foto con el mensaje:
[Nuevo comienzo.]
Se dejó caer sobre la mesa y, con una sonrisa boba, terminó el vino que quedaba en la copa. No tardó en servirse otra.
Ese día, la alegría la invadía de pies a cabeza.
Sentada en la mesa, sintió que todo lo malo de su vida pasada por fin la había soltado.
Leonor ya no existía, Maurino y Miranda terminaron en la cárcel, la verdad por fin salió a la luz.
Perdió la cuenta de cuánto bebió hasta que sintió unas manos detener su copa.
-Ya no tomes más.
Rosana levantó la mirada y se topó con Dionisio.
-¿Y tú, qué haces aquí?
-¿No quedamos que vendría por ti? Llegué y ya estabas medio borracha.
Dionisio había intentado llamarle, pero ella no contestó. Como Sara y los demás ya se habían ido, sólo Rosana estaba ahí, sola en el departamento.
Eso le preocupó, así que averiguó la clave y entró.
Al encontrarla tomando de esa forma, suspiró con resignación.
Rosana, feliz y un poco atolondrada, se lanzó a abrazarlo.
-¡Por fin llegaste! Esta vez me ayudaste muchísimo. Antes era yo la que no valía nada, por eso me fue tan mal.
Dionisio se quedó congelado, sin entender del todo sus palabras.
Rosana siguió hablando, la voz entrecortada por la emoción y el vino:
-Tú siempre tuviste razón. Eso de entregarle todo a la familia, sin pensar en una misma, es de lo más tonto que hay. Yo estaba perdida.
¿De verdad le había dicho eso alguna vez?
Recordó cómo Rosana siempre se desvivía por los hermanos de la familia Lines, entregándole todo sin pedir nada a cambio. En el fondo, ese comportamiento sí le parecía una tontería.
Dionisio prefirió pensar que Rosana estaba hablando sin filtro por el alcohol.
La levantó en brazos y le habló con voz suave:
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-Lo importante es que ya lo entendiste. Eso es lo que vale.
-¿Todavía me vas a decir que soy una tonta?
Dionisio la miró con ternura y contestó:
-Jamás te he insultado.
-¡Sí lo hiciste! Cuando me ayudabas con la tarea en la enfermería, o cuando me enseñabas a jugar videojuegos.
Rosana lo miraba con una mezcla de reproche y travesura.
Dionisio no pudo evitar sonreír, entre divertido y confundido:
-¿Así que sigues molesta por eso? Pero, si no recuerdo haberte enseñado a jugar… tú buena en eso.
Ella lo miró con toda la seriedad que podía reunir en ese estado, y le reclamó:
-¿Cómo que no? ¡Las doce combinaciones seguidas me las enseñaste tú!
ya eras
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