Capítulo 1103
Dionisio siempre había sentido cierto recelo hacia ese tal Román. Había algo en él que le resultaba extrañamente peligroso, aunque no podía explicar exactamente qué era. Esa incomodidad le daba vueltas en la cabeza, como una piedra en el zapato.
-Seguimos investigando. En esa isla no hay mucha gente entrando y saliendo, la mayoría firmó acuerdos de confidencialidad y no saben gran cosa fuera de su trabajo. La administración interna también es rara comentó su asistente.
Dionisio apagó el cigarro con gesto serio.
-Sigan investigando. No podemos bajar la guardia. Si seguimos insistiendo, tarde o temprano algo tendremos que descubrir.
-De acuerdo. Voy a mandar a unos cuantos a trabajar allá, como infiltrados. Si se quedan suficiente tiempo, seguro descubren qué secretos esconden.
Óscar, tras decir esto, se notaba preocupado.
-Pero tu mamá todavía no termina su tratamiento, y el juicio ya se resolvió. Román seguro no tardará en regresar a la isla. ¿Vas a dejar que ella vaya allá?
-Por supuesto que no respondió Dionisio tajante-. Ni siquiera sabemos bien qué clase de lugar es esa isla. No pienso dejar que vaya.
-Me lo imaginaba -asintió Óscar-. Igual hay que ir pensando en alternativas.
-Ya tengo un plan -replicó Dionisio, con la mirada fija en el horizonte-. Ahora que sabemos lo del envenenamiento, el hospital también podrá encontrar una forma de tratarla.
No era posible que solo los de la isla supieran cómo hacerlo. Quizá allá iban más rápido en las investigaciones, pero si contaban con suficiente tiempo y dinero, acá también podrían encontrar la cura y la manera de neutralizar el veneno.
Dionisio no confiaba en Román. Ni un poco.
Rosana, por su parte, apenas subió al carro, Sara le entregó un ramo de flores envuelto con
esmero.
Sara le sonrió con calidez.
-Felicidades, Rosana.
Rosana aceptó las flores y le devolvió la sonrisa.
-Gracias, de verdad.
-Marina está decorando el departamento, por eso vine yo a buscarte. Vamos para allá.
Rosana no pudo evitar sonreír ante tanto cariño.
1/3
Capitulo 1103
-Gracias a ustedes por estar conmigo este tiempo. No saben cuánto lo valoro.
-¿Qué dices? ¡Por favor! Somos tus amigas, ¿cómo no íbamos a acompañarte?
Rosana apretó el ramo entre sus manos. En ese instante sentía una paz inusual, una sensación de que todo, por fin, estaba bien.
Javier manejó hasta el estacionamiento subterráneo del edificio y acompañó a las dos chicas hasta el elevador.
Afuera, estacionado frente al edificio, estaba el carro de Román.
Gerardo conducía. Giró la cabeza y miró a Román.
-Oye, Román, ya que viniste, ¿por qué no subes?
Román tenía la mirada puesta en una ventana iluminada.
-Si subimos ahora, solo vamos a arruinarle el momento. Ahora está feliz, quiere disfrutar con sus amigas, no con nosotros. Tiene su propio círculo, su propia alegría.
El tono de Román se notaba apagado, como si la melancolía le pesara en cada palabra.
Gerardo alzó la vista hacia el edificio, siguiendo el resplandor de la ventana.
-Román, antes fuimos nosotros quienes le fallamos. Pero ella salió adelante, se ganó amigas de verdad. Deberíamos alegrarnos por ella.
-Sí, tienes razón… deberíamos estar contentos.
Sin embargo, Román miró el regalo que había llevado consigo, apretándolo con fuerza.
-Pero yo quisiera que volviera con nosotros, que después de Leonor, podamos vivir como antes. Como cuando éramos niños.
Gerardo no pudo evitar sonreír con nostalgia.
-¿Te acuerdas? De pequeños, Rosana siempre andaba pegada a nosotros, parecía que solo existíamos los hermanos en su mundo.
La expresión de Román se ensombreció.
-Por eso quiero volver atrás. Que todo vuelva a ser como antes, como debe ser.
Gerardo le dio una palmada en el hombro.
-No digas tonterías, Román. El tiempo no se puede regresar, ni todo puede volver a su lugar. Solo nos queda cuidar a Rosana y tratar de compensarla, paso a paso.
Román siguió mirando la luz del departamento. Esta vez no contestó ni una sola palabra.
Mientras más difícil era un objetivo, más se empeñaba en lograrlo.
En esta vida, juraba que lo conseguiría.
2/3
Capitulo 1103
Al llegar al departamento, Rosana descubrió que Marina ya había decorado la sala con guirnaldas y globos, y en la entrada había puesto una pequeña fogata en un recipiente de barro.
Marina le sonrió.
-Mi mamá dice que hay que cruzar el fuego para espantar la mala vibra. Así entras limpia a tu nuevo comienzo.
Rosana miró la fogata y, sin dudar, la cruzó de un salto.
Al llegar a la sala, se sorprendió al ver la montaña de regalos apilados en el sillón.
-¿Todo esto es de ustedes? -preguntó, con los ojos brillando de emoción.

