Capítulo 1099
Cuando Rosana vio a Tadeo, sintió que el corazón se le subía hasta la garganta.
No tenía idea de cuál sería el resultado que traía el señor Sabín, pero, por lo que había escuchado y deducido hasta ahora, dudaba que fueran buenas noticias.
Tadeo le lanzó una mirada a Rosana.
-Disculpame, de verdad hice todo lo posible, pero con la muerte repentina de Leonor y el hecho de que su mamá contrató a un abogado para manejar el asunto, puede que eso influya en la decisión final del juez.
La verdad, Rosana ya se lo imaginaba desde hacía un rato. Ahora que lo escuchaba de boca de Tadeo, no pudo evitar soltar una sonrisa amarga. Quién lo diría, después de tanto luchar, justo al final las cosas se complicaban.
Tadeo continuó hablando.
-Ese abogado ya lo investigué. No encontramos nada útil. Es un abogado de fuera, no es conocido aquí en Nublario.
Si el abogado fuera de Nublario, habrían sabido enseguida quién era. Pero, al venir de otra ciudad, investigar llevaría más tiempo. Por ahora, no había manera de averiguar mucho.
Dionisio preguntó, con el ceño fruncido:
-¿De dónde es ese abogado?
-De una ciudad pequeña, algo así como Villa de Sol.
Rosana intervino:
-¿No es ese el pueblo de donde era Leonor? ¿Será que su mamá nunca salió de allá?
Dionisio la miró y asintió.
-Cuando investigamos a Leonor y a Maurino, mandamos a gente a ese pueblo, pero no encontraban ninguna pista sobre la mamá.
Óscar también asintió.
-Y por lo que dicen los vecinos del pueblo, esos dos desde chicos eran bien problemáticos, siempre metidos en líos con la policía, así que los demás familiares se alejaron de ellos. Nadie ha tenido contacto con ellos en años. La verdad, casi nadie sabe nada de Maurino ni de Leonor.
Rosana, sin perder el ánimo, ordenó:
-Manden a alguien a investigar a ese abogado, síganlo, a lo mejor se puede descubrir algo.
Era probable que ese abogado, después de terminar sus cosas en el juzgado, fuera a reunirse con la mamá de Leonor.
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Dionisio respondió con seguridad:
-No te preocupes, ya di la orden. Si pasa algo, me avisan de inmediato.
Rosana asintió. Por ahora, no les quedaba más que esperar.
Levantó la vista y se dio cuenta de que todos la observaban, con caras de preocupación y ganas de decirle algo, pero sin animarse.
Suspirando, Rosana preguntó, con una media sonrisa:
-¿Por qué me ven así? Sí, lo acepto, me encantaría que Miranda recibiera la pena máxima para que pague por lo que le hizo a mis papás. Pero, después de todo lo que hemos hecho, aunque Miranda siga viva, su vida ya está destruida.
Además, tenía a tantos amigos alrededor, todos al pendiente de ella. No pensaba dejarse caer por esto.
Rosana agregó con firmeza:
-No se preocupen tanto, esto no es nada para mí.
Pase lo que pase, ella iba a salir ganando.
Dionisio bajó la mirada, pero no pudo ocultar una sonrisa tranquila.
-Al final, la que gana eres tú.
Las palabras de Dionisio le sacaron a Rosana una sonrisa genuina. Nadie la entendía tan bien como él.
Tadeo miró su reloj y habló con voz seria:
-Vámonos, ya es hora de entrar.
Rosana asintió. Cuando volvió a entrar al juzgado, notó enseguida la presencia de un abogado desconocido, Seguro era el que había contratado la mamá de Leonor.
Poco después, Maurino salió. Parecía destruido, con los ojos llenos de desesperación. Se le fue encima a Julio y le gritó:
-¡Ustedes me engañaron! ¿Por qué no me dijeron que mi hija murió en el parto?
Julio lo miró, pero no respondió. Antes de entrar, Tadeo ya había dado instrucciones: pasara lo que pasara, nadie debía hablar, todo quedaba en manos de Tadeo.
Miranda, al oír aquello, no pudo ocultar el brillo de alegría en los ojos.
¿Leonor murió? Eso significaba que Maurino seguro iba a cambiar su declaración…
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