Capítulo 1036
-¿Acaso retirarlo no sería como admitirlo indirectamente? -Rosana suspiró desde su cama, mirando el techo. Desde que había recordado lo que realmente ocurrió en aquel accidente, sus sentimientos hacia Dionisio habían cambiado bastante.
No pasó mucho tiempo antes de que recibiera una visita en su habitación.
Tadeo Sabín entró cargando una bolsa y la dejó frente a Rosana.
-Te traje algo de comer. Sabía que nadie vendría a verte, así que decidí traerte algo de comida.
El delicioso aroma de la comida llenó la habitación. Conociendo a Tadeo y su pasión por la buena comida, Rosana estaba segura de que sería algo delicioso.
-Gracias -dijo Rosana después de una pausa.
-Vaya, qué reacción tan tranquila. ¿No estás ni un poco conmovida? Me tomé el tiempo de hacer fila para traerte esto, y esa fila no es nada corta.
Rosana sonrió ante el tono juguetón de Tadeo.
-No me digas que otra vez usaste tus encantos, Sr. Sabín.
-Por supuesto. Hay que aprovechar el prestigio. Aunque no es gratis, cualquier duda legal que tengan, se la resuelvo sin costo.
Tadeo comenzó a sacar la comida:
-Sabes lo caro que es mi asesoramiento. Al final, no les sale tan mal el trato.
-Primera vez que escucho algo así, Sr. Sabín. Eres único.
Tadeo levantó la mirada, sonriendo:
-¿Te das cuenta de que soy mucho mejor que otros, verdad? Si no hubiera tenido que salir de viaje ayer, habría llegado antes que Dionisio.
Rosana se detuvo un momento. Había algo extraño en sus palabras.
-¿Acaso te gusto, Tadeo? -preguntó, entre divertida y curiosa.
-Ay, ustedes las mujeres siempre imaginando cosas. Solo vine porque eres la demandante en mi caso y, por humanidad, quería ver cómo estabas.
Rosana asintió:
-Entonces estoy tranquila.
Tadeo hizo una mueca.
-¿Tan mal estoy en tu lista? ¿Ni siquiera te importo un poco?
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Mira, Sr. Sabín, primero me dices que no quieres que me importe, y ahora te quejas de que no
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me importe. Es difícil ser persona, pero más difícil es ser tu demandante.
Tadeo comenzó a abrir los cubiertos:
-Cállate y come, o me arrepentiré de traerte comida.
Mientras Rosana tomaba los cubiertos, miró hacia la puerta.
-Has estado mirando hacia afuera varias veces. ¿Esperas a alguien? -preguntó Tadeo.
-No, solo miraba por mirar -dijo Rosana, carraspeando.
Tadeo levantó una ceja, claramente escéptico.
Justo en ese momento, un empleado de La Cúpula Dorada entró con más comida.
-Srta. Lines, aquí está su cena. ¿Dónde la dejo?
El empleado se detuvo al ver la comida ya en la mesa.
-Ponla en la mesa, hay suficiente espacio -respondió Rosana.
El empleado, sintiendo la mirada poco amistosa de Tadeo, rápidamente dejó la comida y se
fue.
-¿Has cenado? -preguntó Rosana.
-No, aún no.
-Entonces, ¿comemos juntos?
Rosana le pasó los cubiertos a Tadeo, quien finalmente los aceptó.
-La comida de La Cúpula Dorada es bastante normal. Ingredientes comunes, sabor común, hasta el empaque es común -comentó Tadeo, sin escatimar en críticas.
Rosana no pudo evitar reír un poco y decidió cambiar de tema:
-Samuel Páez ya prometió no ayudar a la familia Montes. Así que, el caso no debería complicarse, ¿verdad?
-Exactamente. He organizado todas las pruebas. Cuando vayamos a juicio, Miranda Montes pagará por lo que ha hecho.
Rosana sonrió, aliviada. Todo parecía ir en la dirección correcta.
…
Al día siguiente, después de una revisión médica, Rosana se preparó para dejar el hospital. Antes de irse, quería informarle a Flora.
Sin embargo, al llegar a la habitación de Flora, vio a Keira Montes arrodillada afuera.
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