Capítulo 88
“Si somos solo amigos colaborando, mantengamos las distancias apropiadas.” La voz de Isaac destilaba una falsa preocupación que Marina conocía demasiado bien.
Sus ojos reflejaban una quietud perturbadora. “Isaac, ¿quién ha estado manchando mi nombre?”
Un destello de culpa cruzó el rostro de Isaac. El encuentro con Fabiola no había sido casualidad, y ambos lo sabían.
“La gratitud es como agua en tus manos, Isaac,” murmuró Marina, su voz carente de emoción. “Cada vez que me empujas hacia el fuego, una gota más se escapa. ¿Cuánto crees que queda?”
El rostro de Isaac perdió color. La metáfora lo golpeó con más fuerza de lo que esperaba.
“Fue un malentendido…” comenzó, pero las palabras sonaban huecas incluso para él.
“Lo que queda de ti en mi corazón es muy poco,” dijo Marina, cada palabra precisa como un bisturí. “Cuídalo bien.”
La mañana siguiente llegó con el sonido insistente de nudillos contra la puerta.
“Señora,” la voz de la criada atravesó la madera. “El señor solicita su presencia en una cena importante esta noche. Desea que elija un vestido apropiado.”
Marina abrió los ojos, reconociendo el patrón familiar: la herida, seguida del falso remedio. Un ciclo que antes la mantenía atada, pero que ahora veía claro como el agua.
“¿Y si no voy?” preguntó, sin molestarse en ocultar su desinterés.
La criada se quedó sorprendida, ¿cómo es que la señora no valoraba esta rara oportunidad de
mostrarse?
La criada con una expresión preocupada dijo: “Señora, el señor dijo que esta cena es una reunión de las familias adineradas de la alta sociedad. Está relacionada con la imagen de la familia Córdoba ante los mayores de las grandes familias, sería mejor que lo tome en serio. Si algo sale mal, temo que….”
“Está bien,” la interrumpió Marina, levantándose con deliberada lentitud. “Iré.”
Marina, despejada por la charla sin fin de la criada, se levantó a regañadientes, se lavó y después del desayuno, la criada la arrastró fuera de casa.
El centro comercial brillaba con su habitual opulencia. Marina observaba los vestidos sin verdadero interés cuando una voz familiar captó su atención.
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Capítulo 88
“Señorita Maite, vengo por mi vestido.” Cynthia, radiante como siempre, conversaba con el personal como si fuera su segunda casa.
“Por supuesto, señorita Chávez. El señor Córdoba fue muy específico con las instrucciones.” El empleado sacó una caja con reverencia casi religiosa.
Marina observó en silencio cómo desenvolvían un vestido que parecía tejido con luz y diamantes. Cada piedra preciosa brillaba como una estrella congelada, un recordatorio del lugar que Cynthia ocupaba en la vida de Isaac.
Así que este es tu juego, Isaac, pensó Marina, mientras veía a Cynthia emerger del probador como una visión etérea. ¿Qué pretendes lograr llevándonos a ambas?
El reflejo de los diamantes en los espejos creaba un caleidoscopio de luces frías, tan frías como la sonrisa que Marina ocultaba tras una máscara de indiferencia. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió agradecida por su capacidad de ver a través de las manipulaciones de
Isaac.
Mientras la criada revoloteaba entre vestidos, sugiriendo opciones cada vez más elaboradas, Marina mantuvo su mirada fija en el reflejo de Cynthia. En el espejo, las luces danzantes creaban una ilusión de múltiples reflejos, como las múltiples capas de engaño que envolvían
esta situación.
Esta noche, se prometió Marina, será diferente.
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