Capítulo 85
El bolígrafo golpeó el escritorio con un sonido seco. Isaac respiraba agitadamente, sus emociones bullendo bajo una fachada de control. “¿Quién es ese hombre?”
La simple idea de Marina cerca de otro hombre era una mancha en su orgullo, independientemente de si existía o no una infidelidad real.
“No sé su nombre,” Fabiola saboreó cada palabra, “pero era imposible no notarlo: alto, elegante, con gafas oscuras, traje Givenchy y un reloj de diamantes que gritaba riqueza. Deberías haber visto cómo la defendía… Apenas rocé el cabello de Marina y reaccionó como una fiera. Es obvio que mi hija significa mucho para él.”
El rostro de Isaac se endureció como granito.
Aunque no valoraba a Marina, la idea de otro hombre protegiéndola, cumpliendo con el deber que como esposo legítimo le correspondía a él, encendía las llamas de un celo posesivo y paranoico.
“Y debo decir, yerno,” Fabiola continuó, estudiando cada minúscula reacción, “que ese hombre transpira clase. Su presencia no tiene nada que envidiarle a la tuya. Es más…” una pausa calculada, “hasta me ofreció mantenerme. Parece que Marina le importa… profundamente.”
Isaac explotó. El vaso de agua se estrelló contra la pared, fragmentándose en mil pedazos.
“Si te atreves a traicionarme, Marina…” gruñó, olvidando convenientemente su propia
infidelidad emocional….
La noche había desplegado su manto estrellado sobre el río.
Marina y Salvador compartían un banco en silencio, dejando que la quietud nocturna los envolviera.
Después de un rato, Marina giró su cabeza hacia Salvador: “Salva, no te preocupes por mi mamá. No importa cuánto dinero le des, nunca estará satisfecha.”
Su mirada se perdió en una colina distante, cargada de melancolía. “Aunque le entregara mi vida, nunca sería suficiente.”
Salvador tomó su mano temblorosa entre las suyas.
Conocía ese dolor, el de ser rechazado sin motivo, como él lo fue por su padre simplemente por ser hijo de una mujer que no amaba.
“Eres una persona maravillosa, Mar,” susurró con convicción.
Esas pocas palabras se hundieron profundo en el corazón de Marina.
Durante años había creído ser indigna, marcada por el desprecio paterno y la violencia
materna.
Hasta que viajó y vio el mundo, se dio cuenta de cuán valiosa era.
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Capítulo 85
El desamor de sus padres no era su culpa.
“Déjame ser la persona más importante para ti” Salvador apoyó su cabeza en el hombro de Marina con una dulzura juguetona. “De ahora en adelante, mírame solo a mí.”
Marina no pudo evitar sonreír ante este gesto tierno de un hombre que combinaba el encanto del demonio con la pureza de la luna.
Sus dedos se deslizaron por el cabello oscuro de Salvador. “Sí, eres mi persona más importante.”
De repente, Salvador tomó su rostro, forzándola a mirarlo: “No es solo por ahora. En el futuro, siempre seré la persona más importante para ti. Y tú para mí.”
Marina se alarmó por su acción.
La mirada de Salvador era una que ella había visto a menudo en Isaac cuando estaba con Cynthia. Era el cuidado y la atención que un hombre adulto tiene hacia la mujer que ama.
Intentando liberarse de su agarre, dijo incómoda: “Salva, los hombres y las mujeres deben mantener cierta distancia.” Le recordó con una ternura que no carecía de firmeza.
Un destello de sorpresa cruzó el rostro de Salvador, pero sus manos se convirtieron en grilletes
de acero alrededor del rostro de Marina.
“¿Distancia?” Su voz se tornó profunda. “Me salvaste la vida. Me viste en mi momento más vulnerable. No hay secretos entre nosotros. Eres mi familia más cercana, la más preciada.”
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