Capítulo 83
“¿Quién va a pagar tus gastos médicos?” Marina frunció el ceño al preguntar.
Fabiola esbozó una sonrisa despreocupada, como si la respuesta fuera la más obvia del mundo. “Eres mi hija, ¿no? Naturalmente, tú deberías hacerte cargo.”
Marina, indignada, gritó: “No soy tu única hija.”
El rostro de Fabiola se contorsionó en una mueca de indignación. “¿Por qué eres tan mezquina? Nunca apoyé a tu hermana como a ti. ¿Con qué cara le pediría dinero a ella? Además, está enferma y necesita cada centavo. ¿Es mucho pedir que ayudes a aliviar un poco su carga?”
Marina sintió que la sangre le hervía en las venas. “Tú…” Las palabras se le atoraron en la
garganta.
Salvador, con sus dedos largos y elegantes, le dio suaves palmaditas en el hombro a Marina, calmándola con su presencia silenciosa. Marina se giró para sonreírle agradecida, aunque su sonrisa estaba llena de amargura.
“Permíteme hablar con ella,” susurró Salvador.
Marina sabía que era incapaz de comunicarse de manera razonable con Fabiola cuando estaba tan alterada, así que dio un paso atrás.
Salvador dio un paso adelante, colocando a Marina detrás de él.
Sus ojos, fríos como el acero, se clavaron en Fabiola. “Puedo prestarte el dinero, pero con una condición: firmarás un acuerdo para cortar todo vínculo con Marina.”
Su presencia inmediatamente intimidó a Fabiola.
Fabiola se quedó paralizada por un momento antes de reaccionar con burla: “La crie todo este tiempo, aunque no haya mérito, al menos hay esfuerzo. ¿Y ahora quieres que ella me abandone? ¿Quién cuidará de mí cuando envejezca? Espero que sea ella.”
“Marina siempre ha sido buena cuidando a los demás, su hermana no es tan detallista como ella,” Fabiola recordó con una expresión de satisfacción en su rostro cómo Marina la cuidaba cuando era pequeña.
En los ojos de Salvador brilló un destello frío y amenazador: “Mejor consulta con un abogado, ¿cuánta pensión alimenticia puede darte una hija sin ingresos económicos como Marina?
“Como mucho unos cuantos cientos de pesos al mes, y eso si Marina está de humor para dártelo. Si no, puede dejarte esperando… Y sobre cuidarte, puedes olvidarte de eso si no la tratas bien. ¿No tienes miedo de que ella busque venganza?”
“Te ofrezco un millón de pesos. Una sola vez. Es tu única oportunidad.”
Fabiola cayó en la reflexión.
De hecho, después de que Marina se fue de casa, había pensado en demandar a Marina, que
1/2
22:38 1
Capitulo 83
apenas había alcanzado la mayoría de edad, para que le pagara una pensión alimenticia. Pero el abogado le dijo que, dada la situación de ingresos nulos de Marina y que Fabiola aún no había alcanzado la edad legal de jubilación, las posibilidades de que recibiera una pensión alimenticia eran nulas.
Pero ahora…
Al ver a Marina vestida tan elegantemente, con la nobleza de una dama de alta sociedad, su codicia fue completamente desencadenada.
“Mi Marina es la joven señora Córdoba, con un valor muy alto.” Fabiola intentó regatear. “¿Un millón? Eso es lo que le das a un mendigo.”
“Firmé un acuerdo prenupcial,” interrumpió Marina con voz gélida. “El dinero de los Córdoba no me pertenece.”
“ildiota! ¿Cómo pudiste firmar algo así?” escupió Fabiola.
Salvador la sujetó por la muñeca, empujándola con la fuerza suficiente para hacerla trastabillar. Su voz, teñida de una frialdad demoníaca, resonó: “Marina mendigaba desde los seis años, entregándote hasta el último centavo. Haz las cuentas: tú la mantuviste seis años, ella te mantuvo más de una década. ¿Quién le debe a quién?”
212