Capítulo 81
“¿Así que te casaste con un rico?” La voz de Fabiola Galante raspó como uñas sobre pizarra.
Marina sintió que su sangre se congelaba. Cada nervio de su cuerpo se tensó como cuerdas de violín a punto de romperse.
“¿Cómo me encontraste?” su voz temblaba apenas perceptiblemente.
“¿Cuánto hace que no visitas a tu madre?” Fabiola comenzó a llorar. “Me estoy muriendo, Mar. Una enfermedad terminal. Te llamé, te escribí… ¿O es que ahora que eres rica te avergüenzas de tu pobre madre enferma?”
Marina observó a la mujer que había convertido su infancia en un infierno. ¿Con qué derecho venía ahora? Los recuerdos la golpearon como olas: los golpes, los insultos, las noches mendigando en las calles mientras su madre le arrebataba cada centavo… La niña que fue, usada como saco de boxeo para los traumas que Gabriel Chávez había dejado en su madre.
Solo pensar en su madre ya le provocaba pesadillas.
“No soy médico, no puedo ayudarte.” La voz de Marina era fría.
“¡Me estoy muriendo de verdad!” Fabiola agarró su mano con desesperación. “Necesito hablar contigo… en privado.”
Algo en Marina vaciló. Después de todo, compartían sangre. Si realmente estaba muriendo, quizás debería perdonarla.
“Ven conmigo.” Marina llevó a su madre a un bar cerca de la puerta de su casa.
Apenas se sentaron, el torrente de lágrimas de Fabiola comenzó: “Eras muy pequeña para entender. Tu padre me engañó, me forzó al divorcio. ¿Qué podía hacer una simple ama de casa? Te llevé conmigo, éramos tan pobres… Estaba tan amargada…”
Marina se pasó la mano por el cabello, al tocar esa cicatriz, cualquier rastro de calidez en su mirada fue reemplazado por frialdad.
“¿Amargura?” Su voz era apenas un susurro. “¿Llamas amargura a romperme las costillas? ¿A torturarme hasta que deseaba morir?”
Fabiola se sonrojó, balbuceando: “Pero ahora todo está bien, ¿no? Has prosperado…”
“Si no tienes nada importante que decir, vete.” Marina se levantó.
Fabiola la detuvo desesperadamente: “Mar, tu hermana vino a buscarme. Sabes, cuando tu padre y yo nos divorciamos, no pude quedarme con ella, es mi mayor arrepentimiento. Mar, no cumplí con mi deber como madre, lo siento mucho.”
Marina se sintió helada por dentro. Cuando sus padres se divorciaron, todos luchaban por la custodia de su hermana, mientras que ella, siendo más joven, fue completamente ignorada.
Ese sentimiento de rechazo por parte de sus propios padres se le grabó en los huesos.
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Capítulo 81
Y luego llegó Isaac. Con migajas de amabilidad la había conquistado. Ella, tan desesperada por amor, lo había visto como su salvador. Estaba dispuesta a cualquier cosa por él.
La historia parecía repetirse. Una vez más, alguien intentaba manipularla usando el amor como
arma.
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