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Capítulo 79
La música retumbaba por toda la mansión mientras Isaac subía las escaleras de dos en dos, con Cynthia pisándole los talones.
La escena que encontraron era surreal: Marina, vestida con ropa deportiva, intentaba seguir los movimientos de un video de danza urbana, sus gestos descoordinados contrastando con el ritmo agresivo del rock.
Isaac, con el rostro pálido de ira, avanzó y apagó el altavoz de golpe.
Marina estaba a punto de estallar de furia, pero al ver a Cynthia detrás de Isaac, su enojo se transformó en alegría: “Amor, estoy haciendo ejercicio para estar en forma. Cuando esté lista, vamos a tener un hijo, ¿qué te parece?”
Decía esto mientras se acercaba a Isaac, tomando su mano con naturalidad.
Cynthia tenía una expresión de disgusto. Abrió la boca varias veces para hablar, pero al final, por no tener el derecho, guardó silencio.
Isaac observaba a Marina, la misma persona que hace un momento lo trataba con desprecio, ahora lo miraba con adoración y amor, como lo hacía años atrás. ¿Cómo podía alguien cambiar tanto su actitud de un momento a otro?
De repente, Cynthia soltó una risita: “Hermanita, ¿de verdad quieres tener un hijo con Isaac?”
“¿Por qué no?” Marina respondió, tragándose la bilis que subía por su garganta. “Somos esposos. No quiero terminar…” sus ojos se clavaron en Cynthia, “sola, sin nadie que me llore cuando muera.”
El rostro de Cynthia se volvió pálido.
Isaac reprendió a Marina: “¿Cómo puedes ser tan cruel? Sabes que tu hermana tiene problemas de salud y nunca podrá tener hijos. ¿Por qué le recuerdas su dolor?”
“Recuerda, Marina, lo que tu hermana no tiene, tú tampoco lo tendrás. Solo te daré el título de señora de Córdoba, no esperes nada más“, dijo Isaac con cada palabra cargada de ira.
Al oír esto, el rostro de Marina se volvió pálido.
El favoritismo de Isaac hacia Cynthia despertaba en ella recuerdos dolorosos, como si siempre hubiera sido la no deseada por su familia y su esposo.
“Isaac, si ella no puede tener hijos, ¿acaso tú tampoco quieres tenerlos?” Marina gritó.
La mirada fría de Cynthia se convirtió en burla: “Hermanita, si realmente quisieras traer un descendiente a la familia Córdoba, ¿por qué hace dos años decidiste abortar el hijo de Isaac de manera tan caprichosa?”
Al mencionar al hijo que perdió, el aire se volvió pesado.
Marina, pálida, escondió sus manos temblorosas bajo las mangas de su ropa.
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Capitulo 79
Las palabras abrieron una compuerta en la mente de Marina. De repente, estaba de nuevo allí:
“Madre.”
“Madre, me duele.”
En su mente, siempre aparecía una imagen borrosa: una pequeña niña acurrucada en sus brazos, mientras ella lloraba suavemente.
“Madre, quiero ver a papá.”
“Hace mucho que no veo a papá.”
“Madre, ¿voy a morir?”
“Si voy a morir, papá vendrá a vernos, ¿verdad?”
“Madre, ya no aguanto más. ¿Por qué papá no viene?”
“Madre, papá no me quiere, ya no quiero a papá.”
“Madre, tú tampoco quieras a papá, siempre te hace llorar.”
Marina cerró los ojos con dolor, y al abrirlos, ocultó todas esas emociones complejas.
La voz de Isaac, llena de ira, resonó: “¿Por qué abortaste a mi hijo?”
Marina lo miró fríamente, queriendo decirle que él no merecía ser padre, ni disfrutar de la felicidad de una familia. Pero el precio de la verdad era demasiado alto. Se vio forzada a usar
una máscara de falsedad:
“Acababa de donar un riñón,” mintió con voz hueca. “Mi cuerpo no hubiera soportado el
embarazo.”
Isaac no insistió. Después de todo, la idea de tener un hijo con ella le repugnaba tanto como a ella la idea de dárselo.
El silencio que siguió pesaba más que cualquier música.
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