Capítulo 63
Marina ingresó a la habitación del hotel y, sin perder tiempo, instruyó a Valeria: “Vale, saca la tela más fina de la maleta. Voy a confeccionar un traje para Salva en tiempo récord; no permitiré que se convierta en el hazmerreír de toda la Ciudad de México“.
Valeria no se atrevió a demorarse ni un segundo, y rápidamente preparó la tela, aguja, tijeras, papel de boceto y lápices.
Marina esbozó algunos diseños rápidamente: “Vale, ¿cuál te parece más bonito?”
Valeria se enamoró de todos: “Hermana mía, cualquier cosa que diseñes será hermosa“.
Marina recordó una vida pasada, cuando vio a Salvador en una fiesta. En esa ocasión, vestía un traje negro, emanando un aura de distanciamiento frío que lo hacía inalcanzable.
Salvador, parado entre los hijos de las familias poderosas, destacaba por encima de los demás, haciendo que los ricos herederos palidecieran en comparación.
Aunque todavía era joven, las líneas de su rostro ya estaban bien definidas. Hace poco le había informado sobre su altura, sorprendentemente había alcanzado 1.85 metros.
Marina tenía una idea clara; quería que destacara por su elegancia y superioridad, pero también que su serenidad brillara a pleno.
Por lo tanto, escogió un diseño simple pero elegantemente sofisticado. Trabajó sin descanso durante dos noches, casi sin dormir, para elaborar a mano un traje de sutil elegancia, pero lujoso.
Complementado con una corbata y un broche de su colección personal, el valor del traje era incalculable.
Valeria, fascinada, acariciaba el traje: “Hermana, esta tela es la que usan los príncipes de la realeza británica, y encima, diseñado y confeccionado con todo lo que has aprendido de Jasmine. ¿Cuánto crees que podría valer este traje?”
Marina respondió: “El precio es lo de menos, lo que importa es que le vaya bien a Salvador en este evento“.
Valeria, emocionada, exclamó: “El señor Nolan al llevarlo en su ceremonia de mayoría de edad brillará como ninguna estrella“.
Marina instruyó: “Vale, busca el momento para entregarle el traje a Salva. Dile que es mi regalo para su transición a la adultez“.
“Entendido“.
La noche era tranquila y prolongada.
Marina se encontró insomne, parada frente a la amplia ventana, contemplando la opulencia de
la Ciudad de México, pero su corazón estaba blindado por las heridas del pasado.
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Capitulo 63
Aquellos recuerdos dolorosos, como demonios, la asfixiaban, impidiéndole respirar.
“Señor Córdoba, esta mendiga es la persona que estaba buscando“.
“¿Mendiga?” Isaac frunció el ceño, su mirada no podía ocultar el desdén.
Ella era demasiado joven entonces, sin mucha experiencia en la vida, incapaz de percibir el disgusto en su mirada.
Quería decirles que no era una mendiga, que su madre estaba enferma y ella sólo estaba recolectando basura para comprar medicinas.
Pero al ver su propia ropa rota y sucia, las palabras se quedaron atrapadas en su garganta.
Isaac, percatándose de su rechazo, se dignó a agacharse: “¿Te llamas Marina, sí?”
Ella asintió tímida.
“¿Quieres venir conmigo? A partir de ahora, te pagaré la escuela y el tratamiento de tu madre“.
Marina no vio las segundas intenciones detrás de su mirada compleja, creyendo en su buena fortuna, agradeció profundamente: “Eres mi ángel guardián, gracias por querer ayudarme… Siempre soñé con estudiar“.
Y así, sin mirar atrás, lo siguió.
Él cumplió su promesa, enviándola a una escuela modesta donde terminó la preparatoria y se matriculó en una universidad de tercera categoría en diseño de modas. Además, encontró a su padre biológico y a su hermana, permitiéndole regresar a la familia Chávez.
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