Capítulo 443
“¡Todos ustedes deberían morir!” Exclamó Isaac con ira.
Su madrastra soltó una carcajada que se convirtió en lágrimas: “Recuerda lo que dijiste hoy, yo debería morir, pero tu padre lo merece aún más“.
En su rostro, aún marcado por su belleza, afloró una desesperación tan profunda que ninguna tristeza podría superar. En ese momento, pareció recordar aquellos días en que, siendo aún estudiante y de una belleza sin igual, un hombre se adentró voluntariamente en su mundo de pobreza.
En aquel entonces, su madre había ingresado a la unidad de cuidados intensivos, y ella no tenía dinero para el tratamiento, al igual que su novio, quien era tan pobre como ella. Desesperada, lloraba a las puertas del hospital. Fue Lucio quien la vio, extendiéndole una mano de ayuda, ofreciéndole el calor en medio de la tormenta, lo que la llevó a una adicción tan desesperada como beber veneno para saciar la sed.
Se enamoró de él profundamente.
Pero, en medio de su dulce romance, él le reveló que ya tenía una familia.
Ya entregada a él, la chica que había salido de las montañas, que valoraba su pureza sobre todo, después de mucho dudarlo y superar su conflicto interno, optó por quedarse a su lado.
Él le dijo que en su matrimonio ya no había amor, que tarde o temprano se divorciarían.
Ella se aferró a esa promesa, y lo esperó día tras dia.
Hasta que nació su hijo.
En ese momento, su bondad y tolerancia se transformaron en codicia.
Si no podía tener su amor, entonces querría su fortuna para su hijo. Ese era el amor de una madre hacia su hijo.
La mujer, pensando en todo eso, no pudo evitar llorar.
Finalmente, se había desviado del camino.
Su aventura de una noche con su primer amor, supuestamente en memoria de su amor perdido, resultó en un embarazo inesperado.
Siempre creyó que el niño era de la familia Córdoba.
Qué irónico…
El destino siempre juega sus cartas.
Isaac finalmente no la estranguló, las lágrimas de su madrastra quemaron su mano, llenándolo de un pánico indescriptible.
En ese momento, la soltó y le advirtió severamente: “He oído que te has transferido una gran
02.50€
cantidad de activos de la familia Córdoba. Te doy una semana para devolverlo todo, de lo
contrario…
Isaac sabia cómo golpear donde más dolía.
“Es muy probable que no vuelvas a ver a tu hijo con vida“.
La mujer se asustó, y mirando a Isaac con temor, dijo: “No te atrevas a lastimarlo. Si lo haces, estoy dispuesta a destruir a todos los miembros de tu familia que viven en esta casa“.
Sus ojos brillaron con una resolución feroz.
Isaac se detuvo, esos ojos, eran muy parecidos a los de Marina.
¿Cómo podría competir en ferocidad contra una madre que ha perdido a su amado hijo?
Finalmente, huyó precipitadamente.
La madrastra le suplicó de repente: “Isaac, puedo devolver la mitad de los activos, pero tengo una condición, quiero ver a Marina“.
Isaac se tensó.
“¿Marina? ¿Por qué quieres verla?”
La madrastra balbuceó: “No lo entenderías“.
Isaac se detuvo por un momento y luego se fue.
Jimena lo acompañó de regreso, su rostro estaba lleno de sonrisas: “Al final tuviste que ser tú quien tomara cartas en el asunto. Si la señora está dispuesta a devolver la mitad de los activos, eso es sin duda una suma considerable. El Grupo Córdoba podrá sobrevivir unos días
más“.
Isaac la miró confundido: “¿Por qué ella quiere ver a Marina?”
La Marina que antes le obedecía sin cuestionar, ahora lo detesta como a la peor de las plagas, Aurora. ¿Cómo podria convencerla?
Ella preferiría ver al Grupo Córdoba arruinado.
Jimena sonrió: “Dame su contacto, yo encontraré la manera de hacerla venir“.
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