Capítulo 424
Las risas lascivas de los hombres resonaron sin control en el aire. Cynthia intentó huir, pero su débil cuerpo pronto fue interceptado.
La joven cayó de rodillas al suelo, y rogando por su vida, dijo: “Por favor, no me hagan daño. Se los juro, mi esposo tiene mucho dinero, les prometo que les conseguiré mucho, mucho dinero si me dejan en paz“.
Los hombres vacilaron por un momento.
“Te creemos “.
Isaac regresó a casa a las diez de la noche.
La oscuridad envolvía la vivienda, despojándola de cualquier atisbo de vida.
El joven se sentó en el sofá, y sumido en la soledad, no pudo evitar recordar su infancia en la villa de su familia, rodeado por sus padres, abuelos y un grupo de sirvientes dispuestos a servirle en cualquier momento. La vida siempre se había mostrado vibrante ante sus ojos.
Con el paso del tiempo, creció y se casó con Marina, mudándose fuera de la villa Córdoba para empezar su propio camino. Aunque la casa era grande y los ocupantes pocos, la presencia de Marina siempre lo hacía sentir acompañado. Ella le preparaba silenciosamente frutas y agua mientras trabajaba, o compartía incansablemente sus historias y descubrimientos…
Aquel hogar, aunque privado del bullicio de los sirvientes, rebosaba de la calidez y el cuidado que le brindaba Marina.
Lamentablemente, no supo apreciar aquellos momentos, ignorando el hecho de que un día todo aquello se alejaría de él.
El familiar tono del teléfono lo sacó de sus pensamientos. Al ver la pantalla, la etiqueta “Querida esposa” le resultó especialmente irritante, por lo que después de desviar la llamada, cambió el nombre a “Cynthia“.
La joven volvió a insistir una vez más y, con visible disgusto, Isaac contestó: “¿Podrías dejar de molestarme y dejarme en paz?”
Del otro lado de la línea, Cynthia habló con voz temblorosa: “Isaac, me han secuestrado. Por favor, sálvame“.
“Vamos, ¿No puedes inventar algo mejor?” Dijo soltando un bufido.
A
“Isaac, te lo imploro, tienes que creerme.” La desesperación de Cynthia alcanzó su pico.
Por un instante, Isaac casi se dejó convencer. Sin embargo, al recordar sus actitudes contradictorias captadas por las cámaras, encontrando la conversación completamente tediosa, optó por finalizar la llamada.
El viento nocturno era frío, por lo que calaba los huesos de Cynthia, quien temblaba sin cesar. La incredulidad y la desesperación se mezclaron en su mirada hacia el celular que emitía un
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Capitulo 424
tono de ocupado. En ese momento, las lágrimas empezaron a correr por su rostro.
“¿Isaac, por qué no me crees? ¿Isaac, ya no me amas?” Dijo susurrando y encogiéndose en un rincón, mostrándose sumamente vulnerable.
En ese momento, un puño se abatió sobre ella, acompañado de insultos: “Dijiste que tu adinerado esposo te adoraba, que si sabía que estabas secuestrada, sin duda pagaría un rescate generoso. Solo fueron mentiras, él ni siquiera quiere escucharte.”
Cynthia, abrazando su cabeza y temblando de miedo, apenas logró articular: “No, no es eso. Es solo que no cree que me hayan secuestrado. Si ustedes lo llaman, tal vez entonces sí les crea“.
El hombre tomó el celular de Cynthia y llamó a Isaac.
Después de una larga espera, Isaac contestó.
“Ya te dije que no…”
Su reclamo fue interrumpido por el secuestrador: “Señor, tenemos a su esposa. Si no desea que le pase algo malo, será mejor que traiga el dinero para su rescate“.
Isaac, entre dientes, contestó con furia: “¿Cuánto te pagó ella para que montaras este teatro?”
Confundido, el secuestrador solo atinó a decir: “¿Qué?”
Isaac colgó el teléfono, furioso.
Cynthia comenzó a sollozar desesperadamente. “Isaac, ¿Por qué no me crees?”
El secuestrador, tardando en asimilar la situación, finalmente comprendió la situación, y con furia, pateó a Cynthia: “¿Acaso mientes tan a menudo que ni tu propio marido te cree?”
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