Capítulo 42
Marina observaba cómo Jasmine se alejaba del podio, su mirada llena de desolación.
“Marina.”
Justo cuando Marina estaba distraída, Isaac ya se había levantado y caminaba hacia ella con grandes pasos. Sus manos, como tenazas, sujetaban fuertemente su muñeca.
Marina lo miraba con frialdad y distancia, como si él fuera un extraño.
Su mirada lo hirió: “Marina, ¿cómo acabaste en Milán? ¿Qué no te pedí que te quedaras tranquila en Nueva York?” preguntó él, enojado.
Marina esbozó una sonrisa burlona. ¿Así que él la enviaba a Nueva York y ella tenía que obedecerle? En sus ojos, ella no era más que un accesorio sin pensamientos propios.
Isaac se quedó atónito: “Incluso si querías venir a Milán, deberías haberme avisado con anticipación.”
En ese momento, Cynthia se acercó. Con aire de hermana mayor, comenzó a sermonear a Marina: “Mar, ¿sabes cuánto se preocupó Isaac cuando desapareciste? No deberías ser tan caprichosa.”
Ella pensó que Marina seguiría siendo como antes, aceptando todo lo que decía. Pero Marina los observaba con diversión, y con una sonrisa burlona dijo: “Él estaba demasiado ocupado acompañándote a ti, su querida Cynthia, ¿cómo podría preocuparse por mí?”
Tanto Isaac como Cynthia se sonrojaron de vergüenza.
Isaac, tratando de probar que no era tan mal esposo, explicó: “Mar, fui a Nueva York a buscarte.”
Si hubiera sido la Marina de antes, habría estado profundamente agradecida por ese gesto. Pero ahora, solo encontraba ironía en sus palabras.
“¿Cuándo?”
Ella hizo una pausa, “Recuerdo que antes de irme de México, me prometiste que vendrías a buscarme después de tres meses. Pero fuiste a Nueva York apenas la semana pasada…”
Marina desenmascaró sin piedad la hipocresía y la falta de amor de Isaac: “Si no fuera porque la familia Córdoba me necesitaba para que asistiera a la celebración anual, para que tú pudieras lucir como un buen esposo, ¿habrías hecho ese viaje a Nueva York por convicción propia?”
Isaac se puso pálido, no esperaba que la Marina de aquel día fuera tan aguda y sin piedad en sus palabras.
Cada palabra suya era como una bofetada en su rostro.
Cynthia, incómoda por los sarcasmos de Marina, se quejó: “Mar, ¿cómo has podido volverte tan
1/2
16.19
cruel?”
Marina dirigió su atención hacia ella: “¿En serio me lo estás diciendo tú? Qué cara más dura, hermana. Si de verdad crees que soy tan cruel, mejor no hagas cosas repugnantes para provocarme o ya sabrás lo que llegaría a hacer una persona cruel. No eres más que una tercera. ¿Por qué no te miras en el espejo? ¿No te das asco?”
Al oírlo, Cynthia comenzó a llorar desconsoladamente: “Mar, ¿cómo puedes malinterpretarme y amenazarme de esta manera? Isaac y yo somos amigos de la infancia, primeros amores. Pero desde que se casó contigo, ha mantenido la decencia de un caballero. No ha habido nada indebido entre nosotros.”
La mirada de Marina se posó en las manos entrelazadas de Cynthia e Isaac, y una sonrisa burlona se dibujó en sus labios.
Isaac soltó la mano de Cynthia de manera incómoda, pero su respuesta fue conformacional: “Marina, no soy un hombre ruin. Te lo he dicho, en esta vida, siempre me haré cargo de ti. No necesitas ponernos a prueba.”
Marina soltó una risa burlona: “Isaac, ¿cómo piensas hacerte cargo de mí? ¿Dejándome en el extranjero, abandonada a mi suerte? ¿Esa es tu manera de ser responsable con tu esposa?”
Un destello de culpa cruzó la mirada de Isaac: “Te di dinero, fuiste tú quien no lo quiso.”
Marina respondió: “Porque no quiero seguir teniendo nada que ver contigo.”
Isaac se quedó sin palabras.