Capítulo 400
Isaac, con el rostro torcido en una mueca feroz, finalmente liberó la furia y la frustración que había estado reprimiendo en su corazón durante días.
El Isaac que una vez había adorado a su padre, finalmente rompió con el amor paterno tras descubrir la fea verdad de su infidelidad y abandono.
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Lucio se quedó Mirando a su hijo lleno de asombro. El Isaac de antes era como un jaguar, su temperamento hacía que todos lo respetaran. Por eso era arrogante y nunca ocultaba su mal genio.
Sin embargo, en ese momento, cuando él le gritó con voz potente y sin compasión, Lucio se dio cuenta de que el pequeño jaguar había desarrollado colmillos afilados y que él,
inevitablemente, se estaba haciendo viejo.
El hombre se levantó tembloroso, y apuntando a su hijo con un dedo que claramente carecía de convicción, dijo: “¿Me estás desafiando?”
Isaac, enfurecido, replicó: “Si ser un hijo obediente significa ser usado y abandonado por mi padre, entonces prefiero ser el hijo rebelde.”
Tras una pausa, luego de calmar un poco su espíritu, suavizando su enojo, dijo: “Mejor vete. Nuestro lazo padre–hijo se rompió el día que tramaste contra mi madre, despiadadamente dispersando sus cenizas sin piedad.”
Lucio palideció…
“Así que lo sabías…”
Isaac, con una sonrisa feroz en sus delgados labios, dijo: “Sí, en la funeraria, el día que cremaron a mamá, te escuché hablando con ella. Desde el principio, todo fue una trama contra
mi madre. Mereces morir.”
Isaac apretó el puño y golpeó la mesa, la cual se sacudió violentamente antes de inclinarse
hacia un lado.
Isaac rompió la pata de la mesa con su golpe.
Lucio, asustado como una codorniz, se encogió.
“El Grupo Córdoba lleva el apellido Córdoba, pero tu legítima esposa era mi madre. Y yo soy el único heredero legítimo. Si te atreves a romperle tu promesa a mi madre y le pasas la compañía a tu hijo ilegítimo, entonces no me culpes por ser despiadado.” Dijo mirándolo despectivamente.
Dicho esto, Isaac se marchó. Lucio se desplomó en la silla.
Dado que Isaac había cambiado tanto en tan poco tiempo, su intento de intimidar al joven toro con su impresionante autoridad paterna había fracasado. Él ya no era el hombre que valoraba ciegamente la lealtad y el honor, sino un tigre temible sin puntos débiles.
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Capítulo 400
Al regresar a casa, Lucio no lograba calmarse.
Su actual esposa, mientras le masajeaba los hombros, inquirió: “¿Qué pasa? Solo fuiste a ver a ese bastardo, ¿Por qué volviste con esa cara?”
¿Bastardo?
Lucio, la reprendió de repente: “Nunca más faltas el respeto a Isaac…”
La nueva señora Córdoba comenzó a lloriquear inmediatamente: “Mi amor, apenas he disfrutado unos días buenos, ¿Y ya tu corazón vuelve a inclinarse hacia Isaac? Uy, entonces, ¿Qué será de mi hijo y de mí en el futuro?”
Lucio suspiró, y con una expresión grave, dijo: “No es que me incline hacia Isaac. Lo hago por tu bien. No tienes idea de cómo ha cambiado, ahora es sombrío y misterioso, impredecible. Me preocupa que si lo ofendes y decide vengarse, no puedas soportarlo.”
La madrastra, con falsa confianza, replicó: “No le tengo miedo. Al fin y al cabo, solo es un perdedor.”
Pero las palabras de la madrastra, aunque pretendían ser fuertes, eran entrecortadas y
confusas.
Lucio, profundamente preocupado, confesó: “Isaac ya sabe lo que hemos hecho. Me parece que no nos la dejará fácil.”
La seguridad de la madrastra, la cual parecía inquebrantable, se evaporó de repente, y su cuerpo comenzó a temblar violentamente.
“Tenemos un hijo, ¿Por qué habríamos de temerle?” Aunque intentó mantener su compostura, sus palabras fueron entrecortadas y sin sentido.
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