Capítulo 32 

Dijo: “Bueno, iré con ustedes. Pero primero tengo que dejarle una carta a mi compañero de cuarto, si no, se va a preocupar y terminará llamando a la policía.” 

El hombre y su grupo esperaron afuera. Salvador empacó sus cosas rápidamente, llevando solo un cambio de ropa, el cual había sido cosido por Marina con sus propias manos. 

Dejó un mensaje para Marina: “Aurora, ha pasado un año desde que dejé mi hogar. Es hora de volver. Nos veremos en otro camino.” Dicho esto, Salvador salió del apartamento sin mirar 

atrás. 

Por la tarde. 

Después de la escuela, Marina corrió a casa, sólo para encontrar la habitación vacía y se desplomó en el sofá. 

Aunque sabía que ella y Salvador no tenían el mismo origen, medio año de convivencia diaria era suficiente para desarrollar afecto, ¿cómo no iba a sentirlo si hasta criar una mascota termina causando cariño, cómo no iba a sentir mucho más que eso por una persona? La partida de Salvador le dejó el corazón desquebrajado nuevamente. 

Y también estaba preocupada por el futuro de Salvador. 

“Salva, tan solo deseo que tu camino esté lleno de éxito y que todos tus deseos se cumplan.” 

Pensó que su destino con Salvador había llegado a su fin en esta vida. 

Mientras tanto. Salvador tomaba un vuelo internacional. La gente de la familia Córdoba, temiendo que huyera, lo rodearon completamente, asegurándose de que no tuviera oportunidad de escaparse. 

Antes de que el avión despegara, Salvador envió un mensaje y luego se reclinó tranquilamente para descansar. 

Aún podían escuchar su respiración lenta, durmiendo profundamente. 

“Ja, este chico sí que es tranquilo, a pesar de la situación que se buscó puede dormir sin miedo. ¿En serio no le pasa por la cabeza lo que puede llegar a pasarle?” 

Salvador, con los ojos cerrados, respondió: “¿La señora Córdoba? Ella no es nadie. No me importan ni ella ni su hijo.” 

“Vaya, qué arrogante.” 

“Así de arrogante. ¿Por qué no traen a Isaac a que me venga a callar el mismo?” 

Al aterrizar, el aeropuerto estaba inusualmente tranquilo, a diferencia de la bulliciosa sala de espera, hoy estaba casi desierta. 

Los guardaespaldas de la familia Córdoba se miraron entre sí, confundidos. Aunque la señora Córdoba tenía dinero y posición, cerrar un aeropuerto estaba fuera de su alcance. 

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Capitulo 32 

Salvador caminó directamente hacia la salida. El hombre ordenó a los guardaespaldas: “Síganlo de cerca.” 

Pero cuando se acercaron a un metro de Salvador, de repente apareció un grupo de guardias bien entrenados que los bloquearon, dominando fácilmente cualquier intento de resistencia. No estaban ni cerca de estar en el mismo nivel. 

Solo pudieron observar cómo Salvador se subía a un auto de lujo y se alejaba. 

… 

En la casa de los Nolan, en Ciudad de México. 

Salvador esperaba en la sala a su abuelo, su joven figura apenas comenzando a madurar, desplegaba una belleza natural pero ya portaba la serenidad de un hombre adulto. 

El lujo a su alrededor se perdía en su presencia. 

Su rostro firme denotaba una convicción: en la lucha entre personas, la victoria y la derrota no dependen de la verdad, sino del poder y la posición. 

Por eso estaba allí hoy, rebajándose a visitar este lugar. 

Cuando el patriarca de la familia Nolan bajó las escaleras y vio la imponente figura de Salvador, la dignidad intransigente del joven resaltaba aún más su propio valor. Los ojos del señor Nolan se llenaron de lágrimas inmediatamente. 

Salvador, sin hacer nada en particular, con su sola presencia hacía que este magnate pareciera una broma. 

“Salvador, ¿qué haces aquí? Aquí no eres bienvenido.”