Capítulo 31 

Salvador llegó corriendo: “¿Qué pasó?” 

Marina, con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas, temblaba de ira: “¿Cómo es posible que fingieras estar enfermo para no ir a la escuela?… ¿No sabes que, de todas las cosas en el mundo, la educación es lo más importante? Si no quieres que te menosprecien en el futuro, tienes que estudiar duro… ¿entiendes?” 

Los hombros de Salvador se encogieron de solo escucharlo, y la energía en sus ojos se marchitó por completo: “Perdóname, no debí hacerlo.” 

Marina, con el corazón destrozado, dijo: “Salva, estoy dispuesta a protegerte siempre. Pero Salva, el mundo es demasiado grande, y habrá un momento en el que yo no podré estar para cubrirte.” 

“Por favor, hazlo por ti y por 

mí.” 

Ella, aún molesta, agarró su mochila y salió de la habitación, cerrando la puerta de un golpe. 

Salvador se dijo a si mismo llorando un poco: “¿Por qué se enoja tanto?” 

La puerta se abrió de nuevo y Salvador sonrió burlonamente: “Sabía que Aurora puede ser dura con sus palabras pero es blanda de corazón.” 

Un par de zapatos negros y brillantes entraron en su habitación, Salvador sintió un peso en el 

corazón. 

De repente, saltó de la cama y corrió hacia la ventana. A través de la fina cortina, vio a Marina alejándose lentamente. 

Como si sintiera su mirada, Marina se volteó de repente. 

Salvador corrió la cortina y levantó la mano despidiéndose lentamente. 

El disgusto de Marina se disolvió instantáneamente ante su sonrisa inocente y perfecta. Ella le gritó: “Salva, en la noche prepararé lomo en salsa agridulce, tu favorito.” 

Como Salvador aún estaba creciendo, ella siempre se enfocaba en prepararle todo tipo de delicías. Ese año, Salvador tuvo un estirón de 5 cm. 

Salvador la miró tiernamente, “Te esperaré, Aurora.” 

La puerta se abrió violentamente, un hombre de aspecto sombrío entró. 

Parado detrás de Salvador, preguntó con arrogancia: “¿Así que tú eres El Protector?” 

Salvador, con un movimiento ágil, abrió las cortinas y asintió con seriedad. 

El hombre le lanzó a Salvador un sobre grueso. No se necesitaban explicaciones, el propósito era obvio. 

“¿La señora Córdoba te envió?” 

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Capítulo 31 

“¿Intentas comprarme con dinero?” 

El hombre se sorprendió ligeramente: “Eres inteligente, muchacho. Pero ofendiste a alguien a quien no debías.” 

Salvador devolvió con fuerza el sobre que, a pesar de la distancia, impactó como pedrada la mano del hombre. 

“Para mantener la reputación de Isaac, la señora Córdoba realmente está dispuesta a todo, incluso a enviarte desde tan lejos para comprarme. ¿Y si te digo que su dinero no me interesa?” 

“La señora Córdoba dijo que, mientras estés dispuesto a cooperar con nosotros y cambiar tu postura, puedes pedir todo el dinero que quieras,” dijo el hombre, seguro de que Salvador aceptaría su oferta. Después de todo, nadie se resiste al poderoso atractivo del dinero de la señora Córdoba. 

Pero Salvador solo sonrió con desdén: “Tu jefa debería haber investigado quién soy antes de venir a intentar hacer tratos conmigo. Después de todo, no soy alguien que pueda ser comprado.” 

El hombre lo estudió, notando que, a pesar de su ropa modesta, Salvador irradiaba una dignidad que no correspondía a alguien de bajo estatus. 

“¿Quién eres?” 

“No tengo ninguna razón para decirte.” 

“¿Ah sí?” El hombre aplaudió y de repente, empezaron a entrar más personas a la habitación. “Muchacho, la señora quiere verte. Lo siento, pero tienes que venir con nosotros.” 

Salvador miró alrededor de ese modesto apartamento, lleno de nostalgia. Pero sabía que si se quedaba, su identidad se revelaría, causándole problemas a Aurora. 

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