Capítulo 30
“Dios mío, que se haya casado con Isaac, eso sí que es tener suerte. Y aún con un marido tan bueno, no sabe apreciarlo y encima le pone los cuernos al señor Córdoba. ¿Esa mujer en serio no tiene nada de dignidad? ¿Acaso no tiene vergüenza? Parece ser una cualquiera.”
“Incluso su propia hermana está dispuesta a confrontarla, eso dice mucho de su mala conducta. Es una de esas mujeres del peor tipo.”
Salvador estaba jugando con su celular cuando sin querer vio las tendencias en redes sociales. Viendo que Marina estaba a punto de ser ahogada por la marea de opinión pública, Salvador, incapaz de soportarlo más, creó una cuenta llamada “El Protector” con el fin de hacer frente a la corriente que venía encima.
“¿Y si en realidad el señor Córdoba tiene una aventura con Cynthia, lo que lastimó corazón de la señora Córdoba, y por eso ella no quiso volver a ser su marioneta?”
“Esta publicación es más que una teoría, esperemos que la señora Córdoba regrese a México pronto para desenmascarar al maldito Isaac Córdoba.”
Salvador incluso gastó dinero para promocionar su post.
Su comentario rápidamente atrajo a muchos espectadores, y algunos internautas comenzaron a hacer eco de la voz de “El Protector“: “Esperando con palomitas. Creo que este drama apenas va empezando.”
Penélope, siempre atenta a las dinámicas de la opinión pública, al ver la maniobra de “El Protector“, simplemente instruyó a uno de sus confidentes con tranquilidad: “Parece que este tal ‘Protector‘ sabe algo que no debería. Aunque tenga un costo, hay que invertir en encontrarlo. Le podemos dar algo de dinero para que cambie su posición y se ponga de nuestro lado.”
“Sí, señora.”
Últimamente, Marina había estado ocupada preparándose para una gran competencia, descuidando la educación de Salvador. Salvador, pareciendo querer llamar su atención, se metía en problemas constantemente.
Esa mañana, Salvador estaba acurrucado en el sofá de la sala. Miraba a Marina con ojos llenos de reproche, como un perro callejero al que han maltratado.
Su mochila yacía descuidadamente a sus pies.
Marina, compasiva, preguntó: “Salva, ¿otra vez no quieres ir a la escuela?”
Salvador, agarrándose el estómago y pálido, lloriqueó: “Aurora, me duele el estómago.”
Marina se quedó de piedra.
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Capítulo 30
Había pensado que las quejas de Salvador sobre dolores cada vez que iba a la escuela eran una excusa, pero después de medio semestre, cada vez que iba a la escuela, realmente sufría de dolores de cabeza, estómago y piernas.
El doctor dijo que estos son síntomas típicos de aversión escolar, una respuesta psicológica a
un trauma.
En ese momento, su mirada inocente y lastimosa estaba fija en ella, incluso el corazón más duro se derretiría ante esos ojos tan tiernos.
Marina, casi como hipnotizada, asintió: “Está bien.”
Después de todo, Salvador todavía era un menor de edad. Si su mente se ve afectada, si desarrolla depresión o algo parecido, ¿no sería ella una tutora irresponsable?
La cara de Salvador se iluminó al instante.
Pero Marina se sentía extremadamente preocupada: Salvador es un genio con una inteligencia que roza lo diabólico, ¿acaso permitirle abandonar sus estudios no sería desperdiciar su talento?
Finalmente, con pesar, le acarició la cabeza: “Mientras tú estés feliz, está bien.”
Y así, Salvador se quedó jugando videojuegos en su habitación.
Marina tomó el día libre y se dedicó a cuidarlo, sin quejarse.
Cuando estaba limpiando la habitación y levantó la mochila de Salvador, notó que era sospechosamente ligera.
Al abrirla, no encontró ningún libro de texto, solo un disco pirata.
Marina se enfureció…
“Salvador… ven aquí ahora mismo.”
