Capítulo 245
Salvador caminó con la cabeza alta y las manos metidas en los bolsillos del pantalón, desbordando confianza a cada paso. Aurora lo siguió cabizbaja. La diferencia de altura entre ellos y sus aura, él mostrándose imponente y ella dulce y encantadora, creaban una armonía inesperada.
Después de avanzar un poco, Salvador se dio cuenta de que Aurora había quedado atrás, por lo que se detuvo para esperarla. Al verlo, ella apuró el paso para alcanzarlo.
“Lo siento. Mis… piernas son cortas, no puedo seguirte el paso.” Dijo sintiéndose algo avergonzada por ralentizarlo.
Desde su altura, Salvador la miró con superioridad, fijándose en el pesado bolso de computadora que cargaba en su hombro.
“Dámelo.” Ordenó.
Ella replicó, “No debería. Yo soy la asistente y tú el jefe. Si yo no cargo el bolso, dirán que eres un divo.”
Sin darle importancia, Salvador tomó el bolso y lo colgó de su propio hombro.
Luego, con una sonrisa burlona, dijo: “Eres igual de alta que el bolso. ¿Tú lo cargas o él te carga a ti?”
Aurora se quedó sin palabras, casi sintiéndose desfallecer.
Viendo su expresión atónita, Salvador no pudo evitar sonreír con malicia.
En esa oportunidad, no dejó atrás a Aurora. En cambio, caminaron lado a lado hasta llegar a la suite que habían reservado con anticipación. La habitación estaba adornada con una mesa de mármol circular llena de manjares y rodeada de velas y flores, creando un ambiente romántico y acogedor, más propio de una cena íntima que de una reunión de negocios.
Aún no había llegado ningún invitado.
Aurora miró insegura a Salvador, recordándole suavemente: “Salva, estas flores de gloxinia y lavanda, con su significado único, quizás no sean las más apropiadas para una negociación.”
Haciéndose el desentendido, Salvador preguntó: “Oh, ¿Conoces el significado de estas flores?”
“La gloxinia simboliza el amor eterno, la fidelidad y la espera. La lavanda, por su parte, representa la espera del amor.” Explicó Aurora.
Pareciendo entender, él asintió: “Ya veo.”
Pero por más que Aurora le explicara con detalle, a él parecía entrarle por un oído y salirle por el otro,
“Tú eres una experta en moda y por eso te interesas en el lenguaje de las flores. Pero nuestro cliente de hoy es un empresario mayor, práctico y directo, que no se detendrá a interpretar el
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significado de una flor u otra.”
Ella no podía sacudirse la sensación de que algo estaba fuera de lugar.
El Salvador de siempre era un perfeccionista obsesivo, quien no permitiría ningún defecto en aquello que tocara su mano.
¿Será que a los hombres simplemente no les importan tanto las flores?
Aurora comenzó a pensar que tal vez estaba exagerando.
Ella eligió un asiento en una esquina de la habitación. Para su sorpresa, después de dar vueltas por el lugar, Salvador se sentó junto a ella.
La joven lo miró, él evitó su mirada y luego, mirando su reloj, se quejó sobre la falta de puntualidad del socio: “¿Cómo es que aún no llega? Con tan poca noción del tiempo, quizás deberíamos cancelar toda posible colaboración.”
“Raramente te veo tan impaciente.” Dijo Aurora con una sonrisa.
Salvador se tensó ligeramente.
“¿Lo notaste?” Preguntó acercándose un poco más a ella.
“Salva, ¿Te has interesado en la señorita Hidalgo? Mira cómo estás hoy, arreglándote y deshaciéndote, claramente estás enamorado.”
Salvador abrió la boca, sin saber qué decir: “¿Qué tiene que ver la señorita Hidalgo con todo esto?” Su inquietud era obviamente por ella.
Sin embargo, justo cuando el terminó de hablar, se oyeron pasos fuera de la puerta.
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