Capítulo 231 

La joven caminó directamente hacia la espaciosa sala de estar, se dejó caer en el sofá con aire despreocupado, cruzó las piernas con una mezcla de indolencia y un encanto salvaje que 

parecía desafiar cualquier intento de ser contenida. Su relajada postura sugería que ya consideraba esa mansión como su propio hogar. 

Incluso tomó una taza de café de la mesa. Era una de esas tazas de café para parejas que Isaac y Cynthia tenían, Aurora frunció el ceño con desprecio y la lanzó al bote de basura. 

Su acción enfureció a Cynthia, quien le gritó: “Aurora, ¿Qué derecho tienes para tirar nuestras 

cosas?” 

Aurora la miró con desdén, su presencia imponía como si fuera la hermana mayor, y ella la menor. “Les di una semana para mudarse. Fue su elección no aprovechar el tiempo. Ahora que el tiempo de entrega ha llegado, todo aquí me pertenece. Haré con toda estas cosas lo que me plazca.” 

Luego, como si no estuviera satisfecha, lanzó un marco de fotos que estaba sobre la mesa al suelo. El marco se estrelló con un estruendo, rompiéndose en varios pedazos. 

También le ordenó a Valeria: “Destruye todas las pinturas de esa pared.” Dijo sacando un martillo del cajón y entregándoselo. 

Valeria levantó el martillo y comenzó a golpear los marcos de las pinturas. 

Parecía estar poseída, el sonido de la destrucción la emocionaba. “¡Lo destrozo, lo destrozo…!” 

Isaac palideció. 

Cynthia corrió hacia ella: “Aurora, estás loca. Esas pinturas son muy costosas. ¿Lo sabías?” 

Aurora, jugueteando con desdén con sus uñas perfectamente cuidadas, dijo: “Solo son unas cuantas pinturas de Monet. No me importan. Si tanto te gustan, arrodillate, suplícame con algunas palabras bonitas, y tal vez te las regale.” 

Cynthia estaba furiosa, y su rostro enrojecido de la ira. “Tú…” 

Aurora interrumpió: “Si no puedes decirlo, mejor cállate.” 

Ella imitó el tono de Isaac, aquel que solía usar cuando miraba desde lo alto a los demás, con un toque de sarcasmo. El joven, incapaz de contenerse, la reprendió: “Ahora que tienes poder, te comportas así, olvidando tu lugar ¿No temes el día en que seas devuelta a tu realidad original? Llegado el momento ¿Aún podrás reírte?” 

Al escuchar esas palabras, se rio aún más alegremente: “Isaac, he sido pobre toda mi vida, acostumbrada a una vida simple. La riqueza para mí es solo la guinda del pastel. En cambio, tú, que siempre has vivido entre lujos, pronto vivirás en la pobreza. Me preocupo por ti, ¿Qué harás si no puedes soportarlo?” 

Isaac se mantuvo sereno. Nunca había considerado la posibilidad de realmente llegar a un 

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punto sin retorno. Después de todo, era el hijo del presidente Córdoba. ¿Cómo iba su padre a permitir que se convirtiera en la burla del Grupo Córdoba? 

*¿Crees que mi padre me dejaría llegar a ese extremo?” Dijo con ligereza. 

Aurora lo miró burlonamente, sus labios apenas esbozaron una sonrisa. 

“Isaac, entonces espera a que tu padre te rescate.” 

Isaac pudo leer el desdén en su expresión. 

Aurora tomó el martillo de Valeria y comenzó a destrozar los muebles de la mansión, todo lo que podía ser destruido, fue destruido. 

Esa mansión, de hecho, era la casa de su matrimonio con Isaac. 

Pero ella vivió allí reprimida, sin un espacio propio, sin mencionar un vestidor o un joyero. Siempre que había invitados en casa, tenía que ceder su habitación a los visitantes distinguidos, mientras ella se acomodaba en la habitación de la niñera. Todas las prendas de marca y las joyas estaban bajo llave. Si quería usar algo, tenía que pedirle permiso al asistente de Isaac. Sus pertenencias personales, por otro lado, estaban guardadas junto con las de las empleadas de la casa.