Capítulo 23
Cuando Marina se recuperó casi por completo, también llegó el momento de volver a clases.
Quizá por aquello de que tras la tormenta viene la calma, la fortuna de Marina pareció tomar un giro favorable, inaugurando la primavera de su carrera.
Sus diseños se hicieron rápidamente populares entre sus compañeros, muchos de los cuales comenzaron a encargarle ropa a precios accesibles, pero de gran calidad.
De boca en boca, el negocio de Marina fue creciendo, expandiéndose de un mercado básico a uno más amplio.
Su cartera empezó a engordar.
Marina estaba eufórica, por fin tenía la confianza y la seguridad de poder mantenerse económicamente por sí misma.
Salvador, relajado en su cama y jugando videojuegos, le recordó: “Aurora, la energía de las personas tiene un límite, aunque seas una mujer de hierro, tu capacidad diaria de producir es finita. Eso significa que tus ingresos también tendrán un tope.”
Marina, consciente de que ya no podía con tantos pedidos, se acercó a Salvador buscando consejo: “Entonces, ¿qué crees que debería hacer para cambiar esta situación?”
Salvador pausó su juego: “Tienes dos caminos. El primero es girar hacia una línea más exclusiva, y el segundo es crear tu propia marca.”
Con palabras simples pero efectivas, Salvador expandió el horizonte de Marina, quien por ser una mujer de mundo, comprendió rápidamente la profundidad de su consejo.
Pero, nerviosa, dejó salir su inseguridad: “Las damas de alta sociedad suelen preferir marcas reconocidas, temo que mis diseños no sean de su agrado.”
“Recuerda, hermana, toda marca reconocida comenzó siendo desconocida.”
En pocas palabras, Salvador había redibujado los límites ambiciosos del futuro de Marina.
“¿Entonces, lo intento?” La luz se encendió en sus ojos.
Salvador le pasó un pedido de una clienta, diciendo: “Solo asegúrate de cumplir sus expectativas, y ella seguramente te traerá una sorpresa.”
Mirando el pedido con duda, Marina comentó: “Pero es solo una clienta de gama media.”
“Confía en mí,” respondió Salvador.
Ese día, la clienta llegó a su modesto departamento para recoger su vestido.
Con menosprecio, la clienta miró el lugar: “¿Cómo es posible que en un sitio así puedas crear un vestido con la elegancia que busco?”
Humildemente Marina trató de calmar su disgusto: “Señora, a pesar de la sencillez de mi hogar,
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le aseguro que puedo ofrecer la calidad que busca. Y le prometo que el vestido será de su total agrado.”
Marina entregó el vestido, elegantemente empaquetado, con respeto.
La clienta lo abrió y, al ver el color suave y la calidad de la confección, sus ojos se iluminaron.
“Me encanta este color. ¿Cómo se llama?”
“Avena. Señora, ¿le gustaría probárselo?”
Al sacar el vestido, la clienta encontró algo más.
“¿Y esto qué es?”
Marina explicó: “Este forro es un complemento especial para el abrigo de cachemira color avena. Si no le molesta, me gustaría regalárselo. Aunque es un obsequio, su calidad no se compara con la del abrigo.”
La clienta saltó de alegría: “Oh, Dios. Qué generosa eres. Me has conquistado.”
Días después, la clienta regresó con varias amigas de alta sociedad.
Emocionada, elogió a Marina: “Tu diseño me hizo brillar en la fiesta. Mis amigas querían saber de dónde era, así que tenía que traerlas contigo.”
Marina se inclinó en agradecimiento: “Señora, gracias por promocionarme. En agradecimiento, me gustaría diseñarle un collar sin costo alguno.”
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