Capítulo 176
Salvador le lanzó una mirada helada: “¿Me hablas de leyes? Te confabulaste con tu cuñado para robarle el riñón a Aurora, sabes que eso es ilegal, ¿Verdad?”
Cynthia palideció: “Fue mi hermana quien lo aceptó…”
Salvador, mirando fríamente a Gabriel, dijo: “Señor Chávez, también estará más que feliz de poner su villa como garantía, ¿cierto?”
Gabriel, sudando frío y de rodillas, suplicó: “Señor Nolan, por favor, tenga misericordia. Esa es la única propiedad que tengo; si se la doy, mi familia y yo nos quedaremos sin dónde ir.”
“No quieres, ¿Eh? No hay problema, entonces prepárate para la bancarrota.”
Gabriel, casi llorando, dijo: “Señor Nolan, para que lo sepa, Marina ya cortó lazos con la familia Chávez. No tenemos ninguna la obligación de pagar sus deudas.”
Salvador se enfureció: “¿Señor Chávez, me está tomando el pelo? ¿Acaso no me acaba de decir que eran una familia? ¿Cómo es que ahora me dice que han cortado relaciones? Si no hay un documento legal que pruebe esa separación, no piense que puede evadir sus deudas.”
Gabriel, entre dientes, dijo: “Pronto cortaré lazos con Marina.”
Luego, el hombre, sin demora, instruyó a Cynthia: “Ve y llama a Marina… no, a la señorita Aurora.”
La joven finalmente entendió que, en ciertos momentos, el poder y la posición son la ley.
Así como Isaac oprimió a Marina en el pasado, ahora Salvador le había devuelto el golpe con la misma moneda. Y ellos no tenían la menor fuerza para resistir.
Con la cabeza gacha, Cynthia subió las escaleras.
Al abrir la puerta, Aurora estaba relajada, disfrutando en una silla reclinable en el balcón, sin el menor signo de pánico por estar retenida.
Desde el interior llegaba un intenso olor a orina. Fabiola, roja de vergüenza, le confesó a Cynthia entre lágrimas: “Cynthia, finalmente has venido. Tu hermana simplemente no sabe cuidar de nadie. No me da agua, no me ayuda a ir al baño, me oriné en la cama y ni siquiera le importó.”
Cynthia, impactada, miró a su hermana: “¿Acaso tienes un corazón de piedra? ¡Ella es tu madre, quien te dio vida!”
Aurora, cómodamente recostada, solo miraba hacia fuera de la ventana.
Las palabras de Cynthia parecían no llegarle.
La joven se enfureció: “Marina, te estoy hablando.”
La voz de Aurora, suave pero firme, resonó: “Cynthia, te aconsejo que no me grites. De lo
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contrario, hoy no saldré por esa puerta.”
Cynthia, ya cargada de ira por los sarcasmos de Salvador y ahora despreciada por su hermana, buscaba recuperar su orgullo herido: “¿Me estás amenazando? Pues si no quieres, no salgas.”
Aurora, con total calma, dijo: “No saldré. Esperaré a que llegue la policía. Ustedes me tienen retenida, esto es ilegal, irán a la cárcel.”
“¿Quién te retiene? Claramente tu madre está gravemente enferma, y tú, la hija devota, insististe en volver a cuidarla.” Replicó Cynthia.
Aurora levantó una grabadora, diciendo: “Aquí tengo las pruebas. Cynthia, no puedes negarlo.”
Al ver eso, se puso pálida como un fantasma: “¿Grabaste todo?”
Aurora afirmó: “¿Pensaron que al quitarme el celular me quedaría sin hacer nada?”
Cynthia, frustrada y pisoteando el suelo, solo pudo suplicar humildemente: “El señor Nolan vino a buscarte. Está presionando a papá para que pague tus deudas. Él realmente no tiene otra opción más que cortar lazos contigo.”
Fabiola, con un grito desesperado, exclamó: “Mar, no puedes cortar lazos con nosotros, te lo suplico.”
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