Capítulo 172
Salvador le había dado mil cuidados y atenciones tan sutiles que, ¿Acaso no eran como el rocío que nutre en silencio?
Ella suspiró profundamente: “De acuerdo, quizás la primera mitad de mi vida fue tan dura que ni el cielo pudo seguir viéndola. Por eso, me envió a Salva. Él me ha hecho experimentar, por fin, el calor de un hogar.”
Valeria también expresó su admiración: “El cielo también debió compadecerse de mí, por eso me dio una persona tan maravillosa.”
El sonido urgente del celular resonó de repente.
Ambas se miraron desconcertadas. Solitarias en Ciudad de México, ¿Quién podría preocuparse por ellas en plena noche?
Valeria corrió emocionada hacia el celular, y con cuidado, se lo entregó a Aurora.
“Es un número desconocido.”
Una sonrisa amarga casi imperceptible se dibujó en el rostro de Aurora. Hace poco, había bloqueado a toda la familia Chávez en su teléfono y en todas las redes sociales. Si querían encontrarla, solo podrían hacerlo a través de un número desconocido.
Aurora contestó el celular, y de inmediato se escuchó un rugido de ira del otro lado: “Marina, regresa a casa ahora mismo.”
Aurora frunció el ceño, finalmente entendiendo la causa de su ansiedad. Respondió con voz
serena: “Lo siento, te has equivocado de número. No soy quien buscas.”
Gabriel, sorprendido y desconcertado, respondió: “Marina, ¿Ya no me reconoces?”
La joven encontró ridícula la situación: “Realmente tienes la memoria corta. La última vez que me azotaste con tu látigo, te dije que con cada golpe desaparecía el poco amor que me quedaba hacia ti.”
El hombre, furioso, replicó: “Marina, si no respetas a tus mayores, algún día el cielo te castigará.”
“Prefiero ser castigada por el cielo a seguir soportando tus azotes.”
Gabriel se quedó sin palabras.
Marina colgó el teléfono directamente. Luego se acurrucó sin fuerzas, como si solo así pudiera evitar que el calor de su cuerpo se escapara demasiado rápido.
El amor paternal que siempre había anhelado, ¿Por qué tenía que ser tan frío?
Gabriel, incapaz de comunicarse con su hija, decidió enviarle un mensaje desde otro número: “Marina, vuelve a casa. Tu madre está muy enferma.”
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Capitulo
Al ver el mensaje, Aurora realmente quiso ignorar cualquier contacto con su padre, pero la noticia de la enfermedad terminal de Fabiola la golpeó tan fuerte que sintió como si su corazón se hubiera desgarrado.
Su resentimiento hacia su madre, su odio, parecían estar a punto de desaparecer junto con su vida.
No quería vivir con un remordimiento eterno, por lo que finalmente decidió volver a la familia Chávez para ver a su madre una última vez.
No era por compasión hacia su madre, sino por ella, para despedirse y resolver ese tenue
vínculo maternal.
La noche era fría como el agua.
Aurora, bajo la luz clara de la luna, llegó a la casa adosada de la familia Chávez.
Cuando tocó el timbre, escuchó desde dentro la voz impaciente de una sirvienta: “¿Quién es a estas horas?”
Al abrir la puerta y ver a Aurora, la expresión de la sirvienta mostró una sorpresa momentánea, mezclada con una compasión casi imperceptible.
“Señorita Marina, ha vuelto.”
“¿Y mi mamá?”
“La señora… está arriba.” Dijo la sirvienta con la mirada esquiva y hablando con vacilación.
Aurora avanzó con paso firme hacia el interior, pero al escuchar el sonido pesado de las tablas del suelo detrás de ella, como el tañido de una campana de advertencia que la hizo estremecerse, se detuvo, perturbada.
Gabriel, vestido con un pijama de terciopelo negro, estaba silenciosamente parado en el pasillo del segundo piso, con su expresión oculta en las sombras.
Luego de unos segundos eternos, Aurora escuchó su fría y sombría voz: “Marina, finalmente has vuelto.”
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