Capítulo 102
En ese momento, no pudo evitar sentir envidia, celos y hasta desprecio hacia Salvador, por lo que le nació la idea ruin de robarle a su principal diseñador.
Con seriedad, le instruyó a su asistente: “Necesito la información del diseñador de esa empresa. Tráemela lo más pronto posible.”
“Sí.”
Al salir de la oficina, el asistente recordó algo importante: “Ah, presidente, el director ha suspendido nuestra ayuda a la señorita Chávez… ya se ha acumulado una gran deuda en sus gastos médicos.”
La cara de Isaac se tornó pálida, y después de un rato, con frustración, dijo: “Cúbrelo con mi cuenta personal.”
El asistente, con una expresión difícil, dijo: “Este mes, faltó a tres reuniones de la empresa. El director, furioso, anunció frente a todos los accionistas que todas sus tarjetas bancarias serían
canceladas.”
Isaac se quedó impactado, y sin fuerzas, respondió: “Está bien, lo entiendo.”
Al caer la tarde, Isaac regresó a casa arrastrando su cansado y desanimado cuerpo.
En la entrada, se encontró con sus suegros, quienes, en una rara muestra de gran armonía, estaban unidos contra su enemiga común: Marina.
Gabriel Chávez, angustiado, dijo: “Marina, tu hermana está enferma. Necesita mucho dinero para su tratamiento, y nosotros no tenemos cómo pagarlo. Tienes que ayudarnos.”
Marina los observaba desde lo alto de los escalones.
El cabello canoso de Gabriel y su expresión de preocupación eran genuinos; realmente le importaba su hija mayor.
Pero cuanto más se preocupaba por Cynthia, más duro se volvía el corazón de Marina. La preferencia de su padre la hizo sentir físicamente incómoda con la idea del amor paterno por primera vez.
“¿Motivo?” preguntó con frialdad, con sus labios apenas moviéndose.
El hombre, enojado, se arremangó la camisa y levantó el puño: “Tu hermana está enferma, y como su hermana menor, es tu deber natural ayudarla. ¿Qué otra razón necesitas?”
La joven lo miró con desprecio. ¿Acaso todavía pensaba que ella era esa niña pequeña a la que podía manipular?
“¿Desde cuando la ley dice que una hermana menor tiene el deber de mantener a su hermana
mayor?”
Gabriel, apretando los dientes, dijo: “¿Cómo pude tener una hija tan insensible y despiadada
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como tú? Si hubiera sabido que serías así de malvada, te habría estrangulado al nacer.”
Al escuchar eso, Marina sonrió de repente.
Y con esa sonrisa, vinieron las lágrimas. La preocupación de Gabriel por Cynthia era evidente en su rostro. Pero su desprecio por ella también era claro como el día.
Marina, mirándolo fríamente, dijo: “¿Así que te arrepientes de haberme tenido? Yo también me arrepiento, me arrepiento de no haber sido más cuidadosa al escoger y haber terminado con un padre tan irresponsable como tú.”
Como ya no quería seguir discutiendo, dijo: “Si quieren dinero, vayan con un abogado, que revise el código civil para ver cuánto debe pagar una ‘pájara enjaulada‘ de una familia rica en manutención.”
Con eso, se dio la vuelta y se alejó con aire despreocupado.
Gabriel, quien quedó casi al borde del colapso, dijo: “Marina, si no salvas a tu hermana, no va a vivir mucho. Te lo suplico… si estás dispuesta a pagar por su tratamiento, yo… te permitiré volver a la familia Chávez.”
Marina se volteó, y con una sonrisa radiante, dijo: “No gracias, ya viví con la familia Chávez, y créeme… fue mi infierno personal. No quiero volver a ese lugar por nada del mundo. Así que, para no regresar a ese lugar, definitivamente no pagaré por el tratamiento de Cynthia.”
Isaac la observó saltar hacia la mansión, con un paso más ligero que nunca. En ese momento, no pudo evitar sentir una opresión inexplicable en el pecho.
Esa Marina, tan distante, le resultaba completamente desconocida.
Ella, quien siempre había sido una chica muy devota ¿Cómo había llegado a cerrar su corazón
al amor?